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Nick: HELIOGOBALO

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 BOSTON

 Escribe el relato: julio

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Salimos de la habitación y cogiendo las escaleras bajamos a la cafetería del hotel para desayunar. Para nuestra sorpresa el hasta hoy tranquilo y silencio hall está lleno de gente. Hay policías, un par de enfermeros y muchísima gente excitada yendo de un sitio a otro, además en un lateral, concretamente a la izquierda de la entrada, han aparecido unas extrañas máquinas de una forma parecida a las maquinas donde vas a buscar el papelito para aparcar y a su lado han colocado una larga mesa que vacía permanece oculta detrás de un gran cartel y que llenan todo el espacio. Me acerco a la mesa para leer el cartel y ver qué es lo que pasa. Esta escrito en varios idiomas: Ingles, castellano, chino, algo que parece ruso o búlgaro, árabe.   Lo que pone es que es una mesa de votación y las instrucciones para usar las máquinas. Resulta que son aparato para validar automáticamente los votos. Vuelvo a la mesa donde me espera Adri con una taza de café y unas tostadas. Caemos en la cuenta de que hoy es el primer martes después del primer domingo de noviembre y que con esta extraña formula los americanos indican que cada cuatro años hay elecciones para entre otras cosas elegir al presidente, cambiar el senado y otras cien pequeñas acciones, desde legalizar la marihuana hasta prohibir la pena de muerte o cosas menos transcendentes o tal vez no, como si el sexo anal sigue siendo delito en determinado estado. Así que resulta que nuestro hotel se ha transformado en colegio electoral.

Hemos aprovechado que han invitado a Adri a dar un par de conferencias, en realidad son charlas, en la conferencia anual de medicina estadounidense, para coger vacaciones y estar tres semanas vagando por la costa Este de los EEUU.  Nuestra primera parada es Boston, lugar donde se celebra la conferencia, y nos alojamos en un hotel que pertenece al YMCA. Es un hotel un tanto extraño por lo menos para mí, de esos de película de miedo o de humor. Es un edificio macizo, amplio, construido en piedra, con la fachada llena de ventanas y de seis plantas de altura. Luego sabré que a esto se le llama estilo federal y la ciudad está lleno de este tipo de edificios. Al lado de la puerta hay un letrero que indica que es un hotel solo para mujeres, salvo en la primera planta que admite matrimonios, nunca hombres solos. Todo el hotel está diseñado para que no se mezclen los posibles inquilinos de la primera planta con las mujeres del resto de plantas. 

Nuestra habitación es grande pero sobria, no hay tele, ni minibar, ni aire acondicionado, pero a cambio tenemos unos enormes radiadores de hierro forjado que están debajo de la ventana de gruesos cristales que irradian un calorcillo de lo más agradable. Tampoco tenemos baño individual. El baño está en el pasillo y es compartido con las otras veinte habitaciones de la planta. Son baños parecidos a los que te puedes encontrar en el gimnasio, pero mucho más antiguo. Alicatado de azulejo blanco hasta el techo, duchas con suelo de cemento y un agujero en el suelo que hace de desaguadero, una cortina de plástico que te separa de miradas indiscretas. En los baños, una puerta de esas que no llegan hasta el suelo te da toda la intimidad que necesitas. Eso sí están inmaculadamente limpios. Como es lógico los baños están segregados por sexo y os reconozco que el primer día que me acerque con mi toalla, mi jabón y mis chanclas a usar el baño me dio un poquito de miedo. Creo que si hubiese sido por nosotros nunca nos hubiésemos alojado aquí, pero es el alojamiento que la organización del encuentro medico nos ha encontrado y además no lo pagamos nosotros.

Los primeros días, mientras Adri está en el World Trade Center, es en ese momento cuando descubro que cada ciudad estadounidense tiene su propio WTC, siempre había creído que el WTC era el de Nueva York y punto, y que además y pese a su grandilocuente nombre no son más que nuestros palacios de congresos, pero en grande, aprovecho para pasear solo por la ciudad. Así que primero sigo los ladrillos amarillos tal Dorothy en busca de su perrito Totó, que nos muestran la “freedom trail”. La senda discurre por la ciudad entre preciosos edificios coloniales y muestra lugares que tuvieron especial significación en los años que condujeron a la independencia. Aquí la iglesia donde se redactó el primer borrador de la constitución, ahí el edificio donde tomo forma el motín del té, un poco más allá el cementerio donde están enterrados algunos de los héroes que lucharon contra los ingleses, esta es la campana con la que Paul Revere, de paso me entero quien fue el tal Paul Revere, avisó de la llegada a la ciudad de los temidos casacas rojas ingleses. También me entero quien fue John Adams, al que hasta ese momento solo conocía por dar nombre a una cerveza, y que resultó ser el segundo presidente de los EEUU. Me timan por entrar a ver la casa de uno de estos próceres de la patria, pago 10$ por ver tres muebles de madera, una bacina, un aguamanil y una palangana. Nada realmente atrayente o espectacular

Me interesa más la ruta conocida como “Heritage Black”, aquí los ladrillos amarillos son sustituidos por ladrillos negros y discurre por el precioso barrio de Beacon Hily y muestra lugares y documentos icónicos para la población negra en sus luchas civiles durante los siglos XIX y XX, como pueden ser el acta de abolición de la esclavitud en 1808 o la iglesia negra más antigua de los EEUU o puede que el más importante de todos, poder visitar el lugar donde vivió el famoso Frederick Douglas, luchador incansable contra la esclavitud y que entre otras cosas llego a ser la primera persona negra que fue U.S Marshall. Aunque no os suene, le habéis visto en decenas de películas y series y para la comunidad negra de os EEUU es tan famoso e importante como lo puede ser Barack Obama. Aunque por lo dicho anteriormente puede parecer que no, Boston es una ciudad eminentemente WASP, esto es blanca, anglosajona y protestante, donde la población afrodescendiente que vimos se limitaban a ser los conductores de autobús y metro.

Paseo por el bonito Boston Common, el parque del centro de la ciudad, con sus árboles cuyas hojas empiezan a coger tonos rojizos. Pese a que mi equipo son los Sixers, aun puedo recitar de memoria la platilla que gano el anillo de la NBA en 1983, voy en busca del lugar donde juegan los Celtics, el viejo Boston Garden, en mi camino paso por delante de la estatua en honor de su mítico presidente Red Auerback y del monumento al no menos mítico alero Larry Bird, mitómano que es uno. La realidad es que el viejo pabellón me decepciona un poco, perdido en medio de una zona industrial y sin ningún glamour.

Me paro en un mercado a tomar una cerveza.  Es un mercado bonito, lleno de floristerías, pequeños cafés y tiendas de regalo. Tranquilamente me alejo del centro de la ciudad, ando entra autopistas y barrios industriales, no es la parte más bonita de la ciudad para que negarlo, hasta llegar al muelle donde está amarrado el primer navío que tuvo la hoy todo poderosa US Navy., el USS Constitution, una bonita goleta de tres palos, y unos cuantos cañones más,  hoy museo flotante y que a finales del siglo XVIII se empleó en el mediterráneo en las luchas contra los piratas que capturaban barcos norteamericanos y entorpecían el comercio, y posteriormente en la guerra contra Inglaterra. Me entero al ver a dos marines vestidos de gala haciendo guardia delate de la pasarela que lleva al puente que siempre hay una guardia de honor delante del barco.

Paseo por barrios de casas de dos plantas construidas en ladrillo rojo y donde en las escaleras de las casas aún hay calabazas de la cercana festividad de halloween, veo a unos obreros, que están arreglando los accesos a un parque, sentados en el suelo comiendo unos bocadillos mientras descansan. Me entretengo leyendo carteles donde se dice que se podrán retirar las palas para las nevadas que se esperan en la parroquia o los horarios y días de la recogida de basuras. Como no podía ser de otra forma visito el célebre bar Cheers, cuando bajo las escaleras y abro la puerta para entrar, espero que me saluden el camarero y los otros parroquianos, pero para que negarlo la realidad no es como en la serie y nadie se gira y dice mi nombre.

Lo que más hago es pasear sin rumbo y observar. Entre las cosas en las que me fijo la más llamativa es la campaña electoral que en estos días tiene lugar, paseo por el capitolio estatal, que sirvió de modelo al que hay en la capital de la nación, veo hombres anuncio a la salida del metro solicitando el voto para distintos candidatos, propaganda electoral colgada de vallas, pegatinas insultando a Bush en los coches, otras que proclaman su orgullo por los soldados que combaten en Irak. Veo una camioneta blanca que lleva un ataúd en la parte trasera, el ataúd va envuelto en una la bandera de las barras y estrellas, y pegado a la trasera lleva un cartel que dice caído por vuestra libertad. Me impresiona

Como decía al principio es el día de las elecciones y a diferencia de España que las urnas siempre se ponen en colegios, centros públicos o ayuntamientos, aquí las urnas las ponen en cualquier sitio, tanto es así que el vestíbulo de nuestro hotel ha amanecido convertido en centro electoral. Después de desayunar y desde nuestra mesa observamos un rato como es eso de votar en una máquina, No hay mesas, ni cabinas con las papeletas de los partidos a la vista. La mesa electoral la forman, tres personas además de un policía, y la persona encargada de hacer que la maquina troqueladora funcione correctamente. Es el mismo tipo de máquina que propició el pucherazo en Florida en las primeras elecciones que gano Bush hijo. Como dije las instrucciones para votar están escritas en como poco media docena de idiomas. Cuando salimos a la calle vemos que se ha formado una larga fila, que da la vuelta a la esquina del hotel, de personas que quieren votar. Nos enteramos que los ciudadanos sólo tienen dos horas libre para ejercer el voto. Aunque es el mismo día de las elecciones, los partidarios de los distintos candidatos siguen haciendo campaña, montando mítines a las puertas de nuestro hotel. Incluso dentro del propio “colegio electoral” hay propaganda animando a votar por una determinada opción. La gente aguarda la cola tranquilamente vota y vuelve a sus quehaceres.

Según se comenta en la ciudad, parece ser que hay probabilidades de que Bush, no salga reelegido, y la gente está ilusionada ante eso. Evidentemente tanto el estado como la ciudad son claramente demócratas. El recuento por la noche desvanece sus ilusiones y comienza el segundo periodo presidencial del antiguo alcohólico y cristiano renacido G.W. Bush hijo.

Por fin Adri se ha liberado y juntos me timan por segunda vez para ver la casa del ya conocido Paul Revere, paseamos entre las tumbas del cementerio más antiguo de Boston y que está en medio de la ciudad, lo que más me llama la atención son las casas que dan al camposanto y cuyas ventanales y terrazas están literalmente encima de este pequeño pedazo de tierra, visitamos el barrio de Back Bay y su estatua que recuerda la hambruna de Irlanda, comemos en viejas tabernas al lado del puerto y descubrimos que sí, que la leyenda es cierta, pedimos unas ostras que nos sirven con kétchup, a cambio el  pan casero de nueces y mantequilla esta exquisito. Nos detenemos ante el monumento a las víctimas del holocausto, seis altas columnas huecas de cristal con los nombres de miles de personas asesinadas en los campos de concentración grabadas en ellas y que constantemente están emitiendo un ligero humo.

Cruzamos al otro lado del rio y visitamos con la vana esperanza de que se nos pegue algo el MIT. Entramos en el atrio de la universidad de Harvard. Es precioso e inmenso. Hay una pared donde están impresos el nombre de los investigadores de la universidad que han sido premiados con el Nobel en sin fin de campos. Impresiona aún más los nombres de las personas e instituciones que donan fondos. Salimos a pasear por el campus, nos cruzamos con un coche de la policía universitaria. No sé porque me viene a la memoria la primera vez que fui a clase en la Complutense. Tan cerca tan lejos.

Paseamos por calles que quedan desiertas a las cinco de la tarde pues sus edificios son todos de oficinas y vemos todo lo que recomiendan las guías. Desde la estilizada torre de aduanas, hasta la Iglesia de la Trinidad y también por delante de alguno que no sale en ningún sitio, que sepamos claro. Es un edificio anodino y feo y un letrero en la fachada anuncia que es la sede de los veteranos del ejército. Vemos gente gritando, gente que sale presurosa del edificio y a la carrera se pierde calle abajo, personas a las que le falta alguna extremidad, otros que hablan solos. Uno de estos últimos se nos acerca sin dejar de hablar. Adri y yo decidimos cambiar de acera y apresurar el paso.

Haciendo uso de la tarjeta de transporte que hemos comprado cogemos el metro y nos impresiona la antigüedad de la línea verde. No es porque se inaugurará a finales del XIX sino porque desde entonces no se haya reformado nada. Todo da una imagen un poco antigua y decadente y el material móvil no ayuda a disipar esa impresión. También nos llama la atención que la Silver Line, más que un metro sea un trolebús subterráneo. 

Paseamos por el parque de la Explanade en la orilla del rio Charles y nos sentamos a ver los patos. Compramos algunos regalos en el pijo Quincy Market. Por la noche nos acercamos a la bahía y cenamos la famosa sopa de almejas y la no menos afamada langosta de Boston, en realidad es un bogavante, en la terraza de madera de un pequeño restaurante situada sobre el mismo mar.

Es nuestra última noche en la ciudad y nos acercamos a un restaurante próximo a nuestro hotel, en el que hemos descubierto, tarde, que todas las noches hay música en directo, La camarera resulta ser tan simpática y servicial como uno se imagina cuando ve una película. Se gana la propina.  La música es una mezcla de jazz y rock.  Buen concierto, buena cerveza y la cena no estaba mal, pero es hora de irnos no muy tarde al hotel. Mañana temprano tenemos que coger un tren que nos llevara hasta New York.


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