Viajero desde
11/3/2020
Nick: HELIOGOBALO |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
|
Escribe el relato: julio
La pequeña sala de llegadas del aeropuerto internacional Husea Kutato de Windhoek está abarrotada. A. y yo nos quedamos un poco sorprendidos, no esperábamos encontrar tanta gente en un sitio tan pequeño. Comenzamos a buscar el taxi que teníamos contratado para que nos llevase a la ciudad. Hay un grupo de personas esperando al líder de una iglesia o comunidad evangélica, y que al aparecer por la puerta es recibido entre vítores por sus fieles. Pero sin lugar a dudas el mayor grupo está formado por unas decenas de mujeres negras que están vestidas como si fueran granjeras holandesas o alemanas sacadas de un cuadro de Vermeer y que llevan una pancarta con el rostro de dos hombres. Le preguntamos a nuestro taxista, al que al fin hemos encontrado, pero no sabe que hacen esas mujeres ahí. Le hago la misma pregunta a la chica de la oficina de cambio y ella me da la contestación. Las mujeres, que al ver salir a los dos hombres se ponen a cantar y bailar, pertenecen al pueblo Herero y están aquí para recibir como héroes a los dos hombres que han conseguido una indemnización por parte de Alemania con motivo del genocidio cometido sobre sus antepasados
Cuando los alemanes llegaron a estas tierras a fines del siglo XIX, el principal grupo que habitaba estas tierras eran los Herero. Estos, eran pastores y habían llegado hacia mediados del siglo XV desplazando a otras tribus y grupos humanos hacia el desierto y los bosques. Los alemanes firmaron unos tratados con los hereros en los que estos les dejaban usar partes de sus tierras y sacar agua de sus pozos. Pero, para que se firman los tratados si no es para ser incumplidos por la parte más fuerte. Y así lo hicieron los alemanes una y otra vez, desplazando a los hereros y a su ganado cada vez más a las tierras menos fértiles y más inhóspitas. Se declaró una guerra donde los Hereros masacraron a cientos de colonos alemanes. Desde la metrópoli se enviaron tropas y ordenes concisas. Los Hereros deberían ser exterminados, sus pozos envenenados y su ganado sacrificado. Así con la diligencia, meticulosidad y laboriosidad con que los alemanes suelen acometer estos empeños, comenzó una guerra entre una potencia europea de finales del siglo XIX y un pequeño pueblo que aún vivía en la edad de piedra. Como no podía ser de otra forma la guerra terminó de la única forma posible. Los Hereros fueron diezmados y los supervivientes confinados en campos de concentración, sin alimentos ni cuidados médicos y sujetos a ser objeto de experimentos médicos por los muy avanzados doctores alemanes (Hay pueblos que tienen fijación con ciertos temas). Poco después se firmó un tratado de paz, donde se veía a decir qué ya que los hereros no tenían ganado, no necesitaban de tierras y que estas y sus pozos pasaban a manos alemanas dando de esta forma origen al África del Sudoeste Alemana. Añadir como un curioso guiño del destino que el padre de Hermann Göring fue el gobernador militar en este periodo de la colonia. Y Mendel jugando con guisantes…
Nunca he estado en un país tan joven como Namibia, solo hace 26 años que este país es independiente y libre. Únicamente un cuarto de siglo ha transcurrido desde que los sudafricanos concedieron la independencia a la hasta entonces su colonia y cordón de seguridad en su lucha con Angola. Con ellos no solo los namibios recuperaron el ser dueños de su propia tierra, sino que también se hicieron dueños de sus cuerpos, pues hasta entonces estuvo vigente el régimen del Apartheid
Es por ello que una gran parte de la población namibia actual ha vivido bajo el régimen de segregación y tienen recuerdos muy precisos de cuando eran considerados menos que animales sin ningún tipo de derecho.
Nuestro guía y conductor, que nos pidió que le llamásemos “Melon”, y que fue nuestro acompañante durante los cuatro primeros días de nuestro viaje por Namibia, un par de veces ante nuestras preguntas sobre esa apoca comenzó siempre de la misma forma. Imaginaros que… para luego añadir no, no podéis imaginarlo sois blancos para a continuación pasar a relatarnos como era la vida, su vida, en esa época de racismo. Nos dijo que para refutar la palabra de un blanco era necesario el testimonio de siete personas negras. Nos contó como las personas negras tenían prohibido acceder a las panaderías o a otros locales por la puerta principal, no tenían ese derecho, sino que debían acceder por la puerta trasera y esperar a que el dueño del local, un blanco, se dignase atenderles y entonces ni siquiera les miraba a los ojos, ni les tendía la mercancía, sino que les dejaba un pedazo de pan en una mesa puesta ex profeso, una mesa que solo podían utilizar los negros. O como por las noches existía el toque de queda, pero únicamente para las personas negras y estas, estaban obligadas a partir de cierta hora, curiosamente las nueve de la noche, a permanecer recluidas en los barrios que aun hoy rodean el centro de la ciudad, los famosos Townships. Barrios que estaban totalmente rodeados por alambradas rematadas por alambre de espino y que esas alambradas solo tenían dos puertas que eran cerradas con candados y vigiladas por guardias armados que ¡sorpresa! eran blancos. De esas barriadas por la noche los únicos habitantes que podían salir eran aquellas personas que tenían un pase especial por motivos laborales. ¿El castigo por desobedecer el toque de queda?, pues simple y llanamente la muerte. Cualquier blanco podía disparar sin motivo o razón a una persona negra y no tenía que responder del asesinato ante la justicia pues se consideraba que las personas negras no tenían la condición de humanos.
Hoy en día afortunadamente no hay segregación, las alambradas han desaparecido y las personas negras pueden circular cuando quieran y por donde quieran sin miedo y libremente por lo menos en apariencia porque al racismo basado en el color de piel ha sido sustituido por el racismo basado en el color del dinero. Es curioso observar como todas las personas que te atienden, ya sea el oficial de aduanas en el aeropuerto, la chica de la oficina de cambio, las camareras de un restaurante de carretera, el tipo que arregla la línea de teléfonos, o los trabajadores que están trabajando en la ampliación de la carretera son todos negros mientras que los dueños de los locales, la encargada o los capataces son blancos. Es más, en los restaurantes, o bares todos los clientes son blancos, igualmente ocurre en los hoteles, todos los huéspedes son blancos y lo mismo entre las personas que visitan Ethosa. Las únicas personas negras que ves en el parque son los camareros, las encargadas de la limpieza, las dependientas de la tienda y los conductores de los distintos vehículos, nos ves a ninguna persona que no sea blanca disfrutando del viaje. Incluso a un nivel determinado, restaurantes de lujo o bares de moda, los negros desaparecen completamente del panorama, y quienes te atienden son chicas y chicos de blanca piel y rubia melena.
Un mañana de domingo, estábamos tomando un café con S., una española que lleva 24 años trabajando y viviendo en Namibia y a la que desde aquí la recuerdo que la debemos unas cañas y nos comentaba que el pasatiempo favorito de los namibios blancos es reunirse un grupo de amigos en el jardín de alguno de ellos a beber cerveza de marca “hansa” o disfrutar de una copa de vino blanco sudafricano, mientras en la barbacoa se asan lentamente hamburguesas de carne de “springbok” y salchichas gigantes, y así entre trago y bocado comentar el miedo que tienen a que los negros un día quieran cobrarse la revancha por los sufrimientos pasados y decidan hacer justicia por su mano y que ella ante esta conversación siempre les dice ¿Y qué esperabais, con lo que les hicisteis?.
Siempre que hablábamos con “Melon” sobre la época de la independencia, nos comentaba que, comparado con otros países de África, la de Namibia fue sencilla. Que no hubo violencia, ni persecuciones, ni decomisos de tierras y que eso fue gracias a que la gente de su generación supo perdonar y pasar página, pero que eso no era así entre los jóvenes que ven crecer su frustración y su resentimiento al comprobar cómo la pobreza y la falta de oportunidades solo les afecta a ellos y no a la gente blanca que siguen ocupando los mejores puestos y cobrando los mejores sueldos.
Seguiremos atentos
Actualización: Este año, 2021. Alemania ha reconocido su culpa y pedido perdón por el genocidio cometido en Namibia