Viajero desde
12/22/2019
Nick: BEAMAR |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: Beatriz
Sudáfrica: la Garden Route
Sudáfrica es un país de contrastes, donde el negro y el blanco rara vez se mezclan en grises. El contraste todavía es mayor si se entra desde el rural y atrasado Lesotho y uno se dirige hacia la costa sur de Sudáfrica, la zona más desarrollada de África.
Para partir un poco el trayecto hasta la costa, paramos en Kimberley. Allí visitamos la mina de diamantes que un día dotó de fama mundial a esta zona. Fue en Kimberley y su “Big Hole”, en español el gran agujero, desde donde hace poco más de 150 años se extrajeron ingentes cantidades de diamantes para hacer brillar a la burguesía y nobleza occidentales, mientras por otra parte se abusaba de la mano de obra nativa. El joven y enfermizo Cecile Rhodes, llegado a Kimberley desde Inglaterra, junto con su socio Charles Rudd, fundaron la De Beers Mining Company en 1880, que llegó a dominar el 90% del mercado mundial de diamantes (en la actualidad el 60%). Además, el mismo Rhodes, fuerte defensor del colonialismo inglés en África fundaría el estado de Rhodesia, hoy integrado por Zambia y Zimbabue.
Big Hole de la mina de diamantes de Kimberley
Con Josu en la mina de diamantes de Kimberley
Desde Kimberley y tras atravesar los casi 800km de desierto del Gran Karoo, en el que solo hacemos una parada en la colonial Graff-Reinet para estirar las piernas, llegamos a Knysna, una bonita bahía casi cerrada con construcciones que recuerdan a la costa californiana. Desde allí, nos dirigimos a la preciosa y salvaje playa de Plettenberg Bay. Este es el punto de partida para conocer la península de Robberg Nature Reserve: un excelente lugar para ver leones marinos y descubrir por qué esta costa es conocida como Garden Route o la Costa del Jardín. Tras recorrer los 12 km de caminata de la península de Robberg, continuamos la ruta hasta el parque nacional de Tsitsikamma, donde realizamos la primera parte de la caminata de la Nutria, una ruta de 5 días a lo largo de esta abrupta costa. Por cierto, para hacer la caminata completa hace falta reservar los permisos con casi un año de adelanto. Fue esa noche en Tsitsikamma, mientras intentábamos dar esquinazo a los servicios de seguridad privada que controlaban los bosques privados donde queríamos acampar libremente, cuando nuestra buena suerte con el vehículo alquilado empezó a cambiar. Nos quedamos atascados en un charco de barro y tuvimos que tirar de embrague y de empujar al vehículo para conseguir salir del mismo. Habiendo esquivado ese primer golpe, al día siguiente, un vehículo demasiado rápido en sentido contrario nos tiraría una piedra sobre la luna delantera que la rajaría, lo cual nos haría tirar de los aprendizajes del Lazarillo de Tormes para evitarnos pagar su coste al no cubrirlo el seguro…
Playa de Plettenberg Bay
Colonia de focas de Robberg Nature Reserve
Flora de la Garden Route, por algo se llama costa del jardín
Fauna en la costa del Jardín, Robberg Nature Reserve
Puentes tibetanos en Tsitsikamma National Park
De Hoop Nature Reserve es la siguiente parada lógica en la Costa del Jardín. Sus playas de arena blanca con miles de fósiles en la arena y de ballenas resoplando en el agua permiten mantener entretenido al visitante a pesar de no bañarse. La presencia de medusas tóxicas y tiburones nos quitan las ganas de catar sus aguas. Si hay que asumir algún riesgo al bañarse, por lo menos hacerlo en un lugar tan simbólico como el cercano Cabo de Agujas: el punto más meridional de África y el punto de unión de los océanos Atlántico e Índico. Remojados por sus frías aguas y el viento dominante, solo la Antártida queda más al Sur. Mientras nos secamos del baño, no podemos evitar pensar en la gran distancia que nos queda desde este punto hasta nuestro final del viaje, que por ahora soñamos que sea en El Cairo. Quién sabe cuántas lunas nos quedan hasta entonces.
Atardecer en la zona de De Hoop National Park
Cabo de Agulhas, punto más meridional de África y de unión de los océanos Índico y Atlántico
A la mañana siguiente nos levantamos a 8ºC de temperatura en Kleinbaai. Nuestra idea de África igual a calor no se mantiene en esta costa tan azotada por el viento y la humedad. Josu y un servidor contratamos un tour para bucear con tiburones con la protección de una jaula de hierro. Como no puede ser de otro modo cuando se viaja con un presupuesto bajo, verificamos en el puerto que nuestra agencia es la que dispone del barco con las jaulas con el metal más fino. Ni el frío ni la jaula nos iban a quitar las ganas de sumergirnos en estas turbias aguas para ver tiburones. Nos dividen en tres grupos y nos sumergimos por turnos mientras una persona de la agencia echa trozos y sangre de pescado para atraerlos y acercarlos a la jaula. A pesar de usar neopreno gordo, al cabo de quince minutos en estas frías aguas se hace complicado incluso el esfuerzo de sumergirse bajo el agua. Los escualos, de la especie tiburón cobre y de hasta 4 metros de longitud, se acercan curiosos a la jaula y tras verificar que no estamos disponibles detrás de los barrotes metálicos se difuminan en las profundidades. A bordo del barco el panorama es desolador con varias personas vomitando por la borda por lo agitado que está el mar en esta costa.
Buceando con tiburones desde una jaula metálica en Kleinbaii
Esa misma tarde nos dirigimos a Hermanus, uno de los mejores lugares del mundo para avistar las ballenas francas australes y jorobadas desde la misma costa. Estas ballenas llegan a sus costas entre septiembre y diciembre en cantidades de cientos y se acercan a poca distancia de la costa, motivo por el cual no es necesario ir en barco para disfrutar a simple vista de sus saltos, coletazos y resoplidos. Siguiendo el resoplido de estas ballenas francas nos vamos acercando a Ciudad del Cabo para nadar con otra especie única: el pingüino del Cabo en la playa de Boulder Beach. Es increíble ver la torpeza que tienen estos animales fuera del agua y la velocidad que tienen dentro cuando nos sortean en el agua como torpedos.
Ballena franca austral desde la costa de Hermanus
Los cuatro fantásticos en Hermanus
Pingüino del Cabo en Boulder Beach
Cerca de Boulder Beach se encuentra el Cabo de Buena Esperanza, enmarcado en su parque nacional homónimo. Allí pasamos un bonito día de playa en Diaz Beach con el único sobresalto de un mono babuino que ataca a Bea, sin llegar a morderle, pero quien se hace con un buen pedazo de pan.
Acantilados del Cabo de Buena Esperanza
Al día siguiente, tras recorrer la escarpada carretera de Chapman´s Peak, llegamos a Ciudad del Cabo y lo primero que hacemos es subir a la Table Mountain, la montaña en forma de mesa plana que domina el cielo de la ciudad. Elegimos la ruta desde el parking de Cecilia Forest por la ruta Skeleton Gorge. Esta ascensión es un jardín botánico en sí misma y se puede disfrutar de una gran variedad de proteas, unas flores únicas de este lugar. Tras una breve visita a Ciudad de Cabo para conocer el barrio musulmán de Bo-Kaap y el puerto marítimo nos tomamos un día de descanso para sedimentar las vivencias que llevamos en las últimas semanas, lavar la ropa y preparar la siguiente etapa del viaje: aquella que nos llevará a conocer la vida salvaje de Botswana.
Colibrí en Table Mountain
Los cuatro en la cumbre de Table Mountain, Ciudad del Cabo
Colorido barrio de Bo-Kaap, Ciudad del Cabo
Ventosa playa de Camps Bay , Ciudad del Cabo
Consejos: