Viajero desde
4/22/2019
Nick: ANGELMD |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: JAMD
Estas rutas, juntos con los tracks para wikiloc de cada una de ellas, fotos y vídeos de las mismas, están recogidas en un libro, cuya versión en PDF puede descargarse gratis en: http://hdl.handle.net/10261/178056
Durante el otoño de 2018 me dediqué a “explorar” el río Nora, diseñando primero sobre un mapa y recorriendo, después, las rutas que me llevasen desde su desembocadura en el Nalón, cerca de Priañes, hasta su nacimiento en Valvidares. Que, por cierto, no es un sitio con el que resulte fácil dar. La idea era tratar de “vivir una aventura” cerca de casa. Y para ello decidí, salvando las diferencias, emular a Livingstone y buscar las fuentes del Nora. Bueno, en realidad solo hay una, no muy grande y que vierte en una bañera y un bidón, que sirven de abrevadero para el ganado antes de empezar a ser Nora. Pero ¡qué diantres! el sitio tiene un encanto muy particular y merece la pena conocerlo. Incluso puede resultar emocionante descubrir, después de haber recorrido el río durante varias jornadas, el nacimiento del río Nora.
Vale, el Nora no es el Nilo. Ni siquiera tiene el glamur del Sella, con sus piraguas; ni la fama del Cares, con su “Garganta Divina”; ni el prestigio salmonero del Narcea; ni el título de principal de Asturias, como el Nalón, al que acaba por cederle el nombre y el agua. El Nora es un río casi olvidado. Es curioso porque, aunque discurre justo por el centro de Asturias donde se concentra la mayor parte de la población, es más bien escaso el interés que despierta. Es, de alguna manera, “el patito feo” de los ríos asturianos. Incluso durante años, sobre todo en la década de 1970’s, soportó vertidos de todo tipo que llegaron a convertirlo en prácticamente una cloaca. Afortunadamente, hoy en día está muy recuperado y, aunque en algunos sitios no le vendría mal una limpieza de sus orillas, su estado es más que aceptable y de gran belleza muchos de los paisajes que configuran las mil vueltas y revueltas que forma al discurrir, al menos desde mi punto de vista. Porque otra cosa no tendrá, pero es retorcido como un sacacorchos y forma meandros por todas partes, aunque sean los de la desembocadura los más famosos.
Ciertamente para mí fue una aventura el (re)descubrir los lugares por los que discurre el Nora. El periplo comenzaba imaginando la ruta sobre un mapa. La idea era que fuese circular; lo más próxima posible al río; con una distancia asequible para caminar (entre 2 y 3 horas); que transcurriese, en la medida de lo posible, por caminos y sendas naturales y que las diferentes rutas resultasen conectadas entre sí en, al menos, un pequeño tramo; de forma que al unir unas con otras se pudiese recorrer el río de principio a fin (o al revés), o combinarlas para hacer rutas más largas en bicicleta de montaña. Ya que otra de las premisas que me puse era que también fuesen transitables en bicicleta. El resultado fue una especie de “de puente a puente”; pues si uno quiere recorrer ambas márgenes, otro de los objetivos a la hora de diseñar la ruta, no queda otra que buscar algún puente por donde cruzar el río.
Así pues, una de las primeras cosas interesantes que descubrí fue la gran cantidad de puentes que, aunque reformados o reconstruidos en diferentes épocas, son de origen medieval o romano. Nada menos que nueve: San Pedro de Nora, Gallegos, Brañes, Cayés, Lugones, Colloto, San Xuan Obispo, Venta de Soto y el puente Romanón de Bergures, cerca de La Pola de Siero. Estos puentes hablan de antiguas vías romanas, como la que viniendo de Asturica Augusta (Astorga) cruzaba el Nora por el Puente Vieyu de Lugones para dirigirse a Lucus Asturum (Lugo de Llanera) o la que entraba en Asturias por los Puertos de Áliva, continuando a Sotres, Cangas de Onís, Villamayor, Ceceda, Nava y Siero, donde utilizando el Nora como eje, llegaba hasta Lucus Asturum. Vías que, a la postre, se convertirían en caminos reales, antiguas “autovías” por donde circulaban las carretas tiradas por bueyes transportando, seguramente en no pocos casos, el grano para ser molido en la multitud de molinos harineros que, ya desde épocas medievales, poblaban las márgenes del Nora y de los que todavía hoy en día aún quedan unos cuantos ejemplos. Aunque, eso sí, en estados de conservación que, salvo raras excepciones, podrían tildarse de lamentables. Y es que el río Nora fue, desde siempre, fuente de energía para los molinos; algo que, paradójicamente, hoy en día despreciamos al no reconvertirlos en, por ejemplo, mini centrales hidroeléctricas. De hecho, la única energía que aprovechamos del Nora es la que suministra la central de Priañes con su sistema de doble embalse a medias con el Nalón.
Otro descubrimiento, casi revelación, fue darme cuenta de que sin duda el Nora ha sido generoso con sus gentes desde tiempos inmemoriales, como muestra la proliferación de asentamientos neolíticos que hubo en sus orillas; a los que siguieron los de los pueblos astur-celtas, romanos, medievales, etc. y que han dejado interesantes, aunque relativamente poco estudiados, yacimientos arqueológicos. Éstos alcanzan su máximo exponente en el área Lugones, en la zona que va desde Paredes a Colloto, donde existen yacimientos de casi todas estas épocas. Sin embargo, en vez de ponerlos en valor en lo que podría ser un magnífico parque arqueológico, indicando al menos los lugares donde se encontraron los restos o incluso reconstruyendo alguna réplica, como la de la tumba que indica el lugar donde se encontraba la Necrópolis Tardorromana de Paredes (en una rotonda del aparcamiento del centro comercial Intu), permanecen enterrados sin que prácticamente ninguno de los paseantes de “la ruta del colesterol” que en esa zona bordea el Nora sepa de su existencia.
Ciertamente en este viaje por el Nora he descubierto un montón de cosas interesantes, como las curiosas leyendas de la Torre de los Valdés en Guyame (Llanera) o la del tesoro del puente de Colloto, o la enigmática Fuente Pozu Salau en Sariego; o impresionantes monumentos naturales, como los meandros que forma en su desembocadura, haciendo de frontera entre Oviedo y Las Regueras o Los Covarones del río Tuernes o la senda que une la Ponte de Cayés con Folgueres o la misma Fuente del Nora y su bucólico entorno en Sariego.
Estas cosas, junto con las mencionadas rutas, he tratado de recoger aquí de una forma resumida. Y si ciertamente son todas las que están, muy posiblemente no estén todas las que son. Quede pues para “otro//a aventurero/a” el descubrir nuevas o ampliar el conocimiento sobre las que aquí describo de forma, reconozco, muy desigual.
Pues eso.
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