Viajero desde
6/6/2016 3
Nick: MARIAGIM |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: Mariag Gimenez
En el mes Noviembre decidí ir a conocer Marruecos, pues era un viaje que tenía “in mente” desde 2014. Es verdad, que en esta vida, las cosas acaban llegando, tarde o temprano, siempre que te lo propones.
Conecté con Ali de “adrouinaventure”, del desierto de Erg Chebbi, y nos pusimos de acuerdo. Me hice mi propio itinerario personal pues soy una enamorada de los desiertos, que me llenan de paz; su silencio es una puerta interior para mi alma poética. Conozco muy bien otros desiertos, sobretodo los de Túnez, Egipto, Siria y Jordania, y esta vez me propuse conocer el desierto de Ergchebi, en Marruecos, y otros lugares,
principalmente del sur.
Aquí empieza mi relato de los once días que pasé en Marruecos:
Día 1
Llegué a Fez el día 9 y puntual allí estaba Ali, el Bereber – como a él le gusta que le llamen -, esperándome con un 4x4 .
Fez me dio la bienvenida con sol, pero al cabo de una hora, empezó a llover a cántaros; me sorprendió pues esperaba mucho sol, y no fue así. La lluvia no faltó ningún día; fue fiel a la estación melancólica del otoño.
Fez es una ciudad que cautivo por su Medina, sus olores – como todas las ciudades de estas características- . Visité a los famosos curtidores, sus colores; es un paisaje vivo para los ojos del visitante. Visité la Plaza Mejjarine, don de pude ver trabajar a los artesanos. También visité el mausoleo del fundador de la ciudad, Idriss II (s IX), pero desde su exterior, puesto que los no musulmanes no pueden entrar. La Mezquita de Karaouine, fundada por una mujer de Kairouan, en Túnez., y en el interior de la cual se encuentra la Facultad de Teología más antigua. Paseé con la guía Sabah por otros puntos de interés turístico.
Me alojé en el Riad Louni, muy confortable, sus empleados son muy amables.
Día 2
Por la mañana, imposible ir a Meknes y Volubilis; la lluvia lo impidió.
Mientras bajábamos hacia el sur, la lluvia seguía siendo nuestra compañera de viaje. Pasamos por Ifrane; su paisaje me transportaba al centro de Europa, por sus jardines y su hierba tan verde. Y seguía lloviendo...la neblina cubría los paisajes. Era de una belleza digna de admirar. Visité los famosos cedros y en ese momento, como si el cielo mandase un regalo para mí, la lluvia cesó... mi ilusión, aparte de conocer el desierto de Marruecos y otros lugares, era precisamente poder abrazarme a un cedro.. los árboles me llenan de energía positiva y era la primera vez en mi vida que podía abrazarme a uno de ellos. Ali miraba la escena asombrado.
Comimos en un típico pueblo, cordero a la brasa. Seguía lloviendo. Llovía y llovía. Los ríos bramaban; su caudal bajaba con la fuerza que da la vida. A 88 km de Errachidia tuvimos que parar: el río se había desbordado. Estuvimos una hora y media parados hasta que bajó el nivel del agua y gracias a la profesionalidad al volante del chuffer Yousef, pudimos continuar nuestro camino. Rayos, truenos y, por supuesto lo lluvia, seguían acompañándonos.
Pasamos por Er-Rachidia. A unos 15 km de Erfourd, de nuevo otro ría desbordado; tuvimos que tomar un atajo para llegar a mi destino.Por el camino vi tiendas nómadas, fósiles, y cuando mus ojos se posaron sobre las dunas de Merzuga, sentí renovarse todo mi interior. El lago Jazmina con las lluvias estaba lleno; la primera vez que veía una lago en medio del desierto; espectacular, maravilloso. Al pisar las dunas sientes que los sentidos tienen más fuerza, se para tu mundo y otro mundo vive en ti, con la fuerza que te da esta arena roja y suave. Allí en medio de la nada y del todo, he observado, he escrito y he caminado pausadamente. El lugar era mágico, lejos del mundanal ruido, una kasbah al pie de las dunas . En la habitación se respiraba un aire cálido y poético, madera, piedras fosilizadas, su color ocre te abrazaba el alma. La cena, espléndida; unos chicos bereberes me prepararon una carne a la parrilla y una ensalada- .Moha, el dueño de la kasbah, Abdu y Hamid me deleitaron con música; fue una noche de poemas y música. Lejos aún rugía el rumor del río. Descansé muy bien y relajada.
Día 3
Me desperté y un cielo gris me dio la bienvenida. Eran las 7 de la mañana. Pensé: “Solo entre la inmensidad”. Me sentía libre.
Después de desayunar, a las 11, partí hacia las dunas. Para mi el desierto es como un amigo, amante, mi gran medicina; su silencio es un canto a la lentitud del tiempo.
Dia 4
Salí, siempre con Ali y Yousef al volante, a visitar el mercado de Rissani. Como siempre, los chicos me prepararon un buen desayuno. Y otra vez, otro río desbordado y otro puente roto, nos impidieron el paso. Cruzamos por el medio; toda una aventura con “ Aventurasalazar ”.
Rissani, conocida como la ciudad de las 42 especias, hervía de gente. Su mercado vivo estaba lleno de colores. Yousef me acompañó a visitar diferentes lugares de interés, como los artesanos, el mercado de los animales, las especias.
A mediodía Ali me invitó a comer cuscús excelente con su familia. Son muy agradables y hospitalarios. Después de comer tomamos el té de la calma.
Día 5
Oh! Por fin salió el sol! No llovió! Desayuné con unas chicas familia Carmen, Raul y Iva.Ali nos vino a buscar para ir, a las dunas, que encontramos empapadas de la lluvia anterior; su color rojo era más intenso. Allí nos sentamos para contemplar la inmensidad del desierto. Después de pasar el pueblo de Merzuga, fuimos a visitar la escuela de Hasi el Bid, donde la sonrisa de los niños fue como un regalo. Después nos dirigimos a Khamlia, llamado también “el pueblo de los negros”, los cuales son originarios del África del Sur y Central. Escuchamos un concierto de los gnawas y como toda la música africana fue un relax. El grupo nos comentó que había estado dando conciertos en Madrid y en otras ciudades de Europa. El sonido del haghomge, aikrkahiu, delitó nuestros oídos. Luego comimos todos juntos: Ali, Yousef, Carmen,Raul, Iva y yo. Después visitamos una escuela en el mismo poblado. Todos los niños tenían los ojos brillantes de vida. Estaban aprendiendo los colores.
Por el camino de vuelta encontramos un lago; había unas plantas cuya flor sirve para paliar las picaduras de escorpiones e insectos.no me recuerdo del nombre ; ellos la llaman “veneno contra veneno”. En el interior de esta flor hay una especie de esponja de la que sale un líquido blanco que utilizan los nómadas cuando no tienen ningún médico o hospital cerca.
Durante nuestro regreso, la lluvia volvió a hacer acto de presencia. Era como un imán.
Cenamos una tagina en la kasbah Mohayut. Otro día había pasado con la calma que caracteriza este país. Nos fuimos a dormir deseando que al día siguiente, 14, la luna viniera a visitarnos, puesto sería su noche: la gran noche de la luna llena!
Día 6
Me levanté y vi el cielo nublado. Después del desayuno que me habían preparado mis buenos amigos, me fui a pasear por el pueblo. Lo soledad era mi gran tesoro.
Comimos todos juntos, pinchitos al grill, y finalizamos la comida con el tradicional té y yo fumando la cachimba y disfrutando de su aroma de manzana.
Por la tarde . Nos acompañó Jonas, nuestro camellero, hacia el desierto. Estuvimos una hora y media paseando en camello hasta llegar a las haimas. Fue un paseo, como siempre en mi amado desierto, relajado y plácido. El paso lento del camello es un camino hacia la lentitud del tiempo.
Nos acompañaban otras caravanas. Iba oscureciendo. La imagen era todo magia. Llegamos a nuestro destino, las haimas, en medio del desierto. Detrás de ellas, la gran duna, con sus 150 metros de altura, era como la centinela del desierto. Y aún el cielo estaba gris...y yo pensaba “Que salga la luna!”. Cenamos y por fin, al salir de la haima, la luna apareció como por arte de encantamiento; entre las nubes, era como un círculo que iluminaba nuestras vidas. La saludamos diciendo tres veces con gran sentimiento “Buenas noches, querida luna” Dicen que al cabo de unos días te llega un regalo, y os puedo asegurar que es verdad: siempre me ha funcionado. Ver la luna en el desierto es una imagen que te queda grabada para siempre en la memoria, tan majestuosa y redonda y llena de luz mágica. Después de saludarla con fervor, nos prepararon un delicioso té a la menta. Beviéndolo bajo la haima parece que estás en un paraíso.
Nos fuimos a dormir relajadas y contentas.
Día 7
Nos levantamos a las 6 de la mañana para subir a la gran duna, pero el sol apareció con un manto gris. Estaba saboreando un desierto desconocido para mi, pues en los otros desiertos que había visitado anteriormente- principalmente el de Douz, en Túnez – el sol no me había fallado ni una vez.
A las 7 desayunamos y salimos para la kasbah . Como siempre nuestro camellero Jonas nos acompañaba. A las 10 dejamos Merzuga y mi desierto del alma. Íbamos de camino para visitar el Valle de Todra. Los paisajes son impresionantes, con su belleza verde, sus casas del color intenso de la arena del desierto, los ríos limpios, los frondosos palmerales. Las gorgas del Todra con su desfiladero te dan un cobijo especial. Después de visitarlas seguimos camino hacia el Valle de rosas, con su enorme variedad de vegetación; otra belleza. Todo era bucólico.
Llegamos de noche a nuestro destino, a un precioso y romantico riad llamado “Riad tazawa”. Sólo diré que su calor humano nos envolvió , la estupenda gente que lo gestiona y te hace sentir literalmente como en tu casa. Nos dieron la bienvenida con el té típico y unas ricas galletas caseras.
Día 8
Nos levantamos y salimos en dirección a Ouarsasate. Por el camino vimos nómadas. Es un sueño que tengo pendiente: vivir como ellos, como una auténtica nómada, durante unos días.
Pasamos por el palmeral de Skoura. Pasado Ouarsasate, proseguimos en dirección a Aït Benhaddou, otra kasba con sus típicas casas de adobe, como en todo el sur. Aquí se rodó una parte de “Lawrence de Arabia” y también “El gladiador”. Esta kasba está declarada patrimonio de la humanidad. En ella habían vivido antiguamente en armonía judíos y árabes. Las montañas del Atlas envuelven su paisaje. En todos los valles del sur aún se ven a las mujeres lavando ropa en los ríos y tendiendo los colores sobre arbustos y rocas. Es como un tapiz lleno de vida. Después de atravesar todo el valle del Atlas con sus carreteras llenas de curvas pero de un paisaje de una belleza increíble, llegamos a Marrakech.
Me alojé en un riad situado dentro de la medina; una tranquilidad absoluta. De noche fuimos a cenar a la famosa plaza, Jemaa el-Fna, llena de vida. Antiguamente los sultanes exhibían aquí las cabezas empaladas de los radicalistas ejecutados, de ahí el macabro nombre de “reunión de los muertos”. Me dio la sensación de estar en una plaza de locos, tal era el agobio de gente. Pero tenía su encanto. Después de cenar, un paseo y a dormir.
Día 9
Oh, qué sol! Qué encanto de cielo! Desayuné delante de la fuente del patio del riad; su agua llevaba el murmullo dulce de la vida.
Salímos a pasear por la medina con sus calles tranquilas y el silencio a mi alrededor y fuimos otra vez a la famosa plaza. El ambiente era diferente, más relajado. Fuimos por el zoco.
Observando todo el trajín de la gente, fui a pasear en calesa para contemplar la puesta de sol, y tuve suerte: pude verla en todo su esplendor. Luego otra vez al riad.
Acompañada de Sandra - una amiga a quien le gustan mucho los países árabes y a quien conocí por casualidad – Ali y el encargado del riad, fuimos a cenar y a contemplar Marrakech de noche.
Dia 10
Con Sandra, Yousef y Ali fuimos a visitar el Valle de Ourika, impresionante, con sus ríos, sus casas. Comimos al lado de un río de aguas transparente que vagaban libremente por su camino. En este país donde el tiempo es lentitud vimos las cumbres de las montañas en las que aún se divisaba la nieve.
Otro día acabado y pensé:“Última noche en Marruecos”.
Día 11
Como siempre desayuné delante de la fuente del patio del riad. A las 10 me fui a visitar Marrakech y sus monumentos; la mezquita de Koutoubia – famoso templo de los almohades - , el Palacio de la Bahía, las tumbas de los Saadiens y la tumba del fundador de Marrakech, de cultura berebere. También visité una farmacia berebere con sus productos naturales y fui a pasear al zoco, donde todo era bullicio de voces y gente: había vida.
Comí fruta comprada en el mercado de la medina en donde estaba el riad. Me gusta mezclarme con la gente del país. Es otra manera de viajar y de conocer más en profundidad sus costumbres.
El viaje se estaba acabando y por no ser menos la lluvia me vino a despedir. Ali me vino a buscar para ir al aeropuerto y también me acompañó Sandra, mi nueva amiga. Por el camino llovía y llovía; las calles de Marrakech estaban llenas de agua.
Al llegar al aeropuerto me despedí de mis amigos con un buen sabor de boca y contenta por haber conocido Marruecos, con sus tormentas y su sol. Había vivido un viaje diferente a los otros. Espero volver a este país y a sus paisajes, a su gente, colores, aromas y volver a ver a mis buenos amigos y principalmente al desierto, mi paraíso. Tengo que decir a los que lean este relato, si quieren visitar Marruecos, les recomiendo que conecten con el Ali, si necesitais saber algo más dejo su página: http://adrou
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