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 PEQUEñAS IMPRESIONES SOBRE LO QUE FUE LA REPúBLICA DEMOCRáTI

 Escribe el relato: Jorge Queirolo Bravo

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Pequeñas impresiones sobre lo que fue la República Democrática Alemana

Por Jorge Queirolo Bravo

Viví por algunos años en la República Federal de Alemania, gracias a lo cual aprendí el idioma del país y adquirí los conocimientos necesarios como para entender algo de la idiosincrasia y forma de ser de los alemanes. Con mi familia nos afincamos en Bremen, ciudad portuaria e industrial del norte de Alemania. Eso fue cuando apenas tenía 10 años y gracias a que mi padre fue enviado hasta allá por el gobierno ecuatoriano. Él era marino y el cargo para el cual lo designaron fue el de Jefe de la Misión Naval de la Armada del Ecuador. Trasladarme de Guayaquil a Vegesack, el sector de Bremen en el que nos radicamos, supuso un cambio enorme y para el cual no estaba debidamente preparado.

Aun así, lo asimilé con bastante rapidez. Me integré sin grandes dificultades a la rutina diaria de una nación que se movía a un ritmo muy diferente que el ecuatoriano. Obviamente asistí al colegio y al cabo de unos pocos meses ya hablaba alemán pasablemente bien. Estando en Alemania además terminé la educación básica.

Cuando tenía 11 años de edad, mis padres me llevaron de viaje a conocer Berlín Occidental, en esa época una isla terrestre casi totalmente urbana e inserta dentro de la República Democrática Alemana. Sabía de la existencia de ese país porque desde niño siempre me interesé por la geografía mundial. Desde que aprendí a leer y escribir gustaba de aprenderme de memoria los nombres de los países y sus respectivas capitales. También estaba al tanto de que en ambas Alemanias imperaban sistemas políticos y económicos muy distintos entre sí. A pesar de eso, no esperaba que la realidad fuera tan descarnada como lo que me tocó presenciar.

Fuimos por tierra, a través del paso fronterizo de Helmstedt. El cruce de la frontera fue traumático, pese a que teníamos pasaporte diplomático y que ello nos eximía de muchas molestias burocráticas y aduaneras. Los funcionarios de migración fueron muy atentos con nosotros, de eso no hay queja alguna, pero en el aire se percibía un ambiente tenso y muy poco atractivo. Las revisiones de los demás vehículos eran exhaustivas, tediosas, muy largas y palmariamente intimidantes. Las medidas de seguridad resultaban exageradas y probablemente absurdas.

A esa temprana edad pude presenciar el Muro de Berlín in situ. A mí no me lo contaron los enemigos del socialismo ni lo leí en un libro de historia pasado de moda y publicado por los agentes del imperialismo “antiproletario” y “contrarrevolucionario”. Dicho paredón, eso era, me pareció francamente horrible y brutalmente inhumano. Usé esa palabra para denominarlo porque ahí cayeron abatidas muchas personas que intentaron alcanzar la liberación de una tiranía que los oprimía groseramente. No se necesitaba ser un iluminado o un visionario para percatarse de que algo andaba mal y que los pobladores al otro lado eran los prisioneros involuntarios de un sistema que los maltrataba sistemáticamente y que conculcaba sus derechos más elementales, sobre todo el de desplazamiento y libre albedrío.

Advertí que en la otra orilla todo se veía gris y sombrío, sin alegría y despojado de cualquier mínimo vestigio de humanidad. Ni siquiera se divisaban peatones en las veredas y prácticamente no circulaban vehículos por las calles adyacentes. Tampoco parecía haber comercios en funcionamiento o signos de actividad alguna. Lo único que pude distinguir fue una gigantesca ciudad fantasma, con un paisaje muy triste y en el que nadie parecía morar. Era como observar un vasto cementerio sin cruces y donde los muertos todavía no eran tales. Solo faltaba matarlos. Aunque en cierta forma hacía rato que ya habían dejado de existir.

Todo ello ayudó, sin duda, a darme algunos lustros más tarde los elementos imprescindibles para poder reflexionar acerca de lo que fue la Guerra Fría. No soy un apologista del capitalismo ni tampoco un propagandista de la ultraderecha. Simplemente quise dejar en claro cuál era mi impresión sobre ese Berlín Oriental que a ratos parece olvidado por la historia.


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