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Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.

 TIERRA DE HIELO

 Escribe el relato: Juan José Maicas Lamana

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TIERRA DE HIELO

 

 

Tierra remota donde habitan los volcanes, vikinga, helada... En el límite del Circulo Polar. Una de las tierras más jóvenes del planeta. Un país sin árboles, solo una quinta parte es apta para la agricultura, de escasa fauna, yermo, donde el clima sufre cambios bruscos. El principal alimento es el pescado (salmón, bacalao..., el tiburon y la ballena son muy apreciados), una vez seco se come crudo; claro que... también comen carne. La principal industria es la pesca, dedicada principalmente al bacalao.

Se trata de  un país para recorrerlo caminando, hacerlo por el sandur, la escoria volcánica, es todo un placer, y en parte eso voy a hacer. Aunque mi equipaje no es demasiado ligero, su climatologia me ha obligado a llevar ropa de abrigo, así que aquello de: todo equipaje ligero siempre es propiedad de un viajero feliz no va a poder ser por esta vez.

Mientras suena Sigur Ros, la mejor música autóctona sin ninguna duda que se escucha en la isla: comienzo a relatar mi viaje.

Cuando llego a Reykjavik, el cambio de temperatura es brutal, de casi cuarenta grados en Zaragoza, paso a los siete grados en el aeropuerto. Me trasladan a un hotel cercano, apenas queda ya tiempo para dormir. Al margen del horario local para mí, ya son las cuatro de la madrugada.

Al acercarme al hotel, veo una discoteca justo enfrente, y... bastante animada; en la puerta varios jóvenes, algunos borrachos, se pelean entre sí. No creo que el asunto vaya a mayores. Aunque eso sí, deberé colocarme los tapones en los oídos si quiero descansar algo.

Obedeciendo a las predicciones del tiempo, el día amanece gris y lluvioso, pero así es el verano en Islandia. Recorro el fiordo de las ballenas, parece que años atrás los cetáceos habitaban por temporadas estas aguas, ahora se quedan en zonas más abiertas, mar adentro. El fiordo fue muy popular durante la Segunda Guerra Mundial, los navíos de guerra venían aquí para repostar. Esta helada isla era y es un importante punto geoestrategico. Al final del fiordo se origina un camino que me traslada hasta la cascada Glymur, la más alta de Islandia, con doscientos metros de caida, en sus paredes habita el flumar, una especie de gaviota. El entorno es espectacular. Se puede ver a muchos visitantes locales. La capital se encuentra cerca y es domingo.

Los meteorologos han errado y en algunos momentos brilla el sol.

Me acerco hacia la orilla del río, por la cornisa del gran cañón que el agua ha ido labrando año tras año. La pendiente es muy pronunciada, y debo estar alerta para no dar un resbalón en el encharcado terreno.

Continuo hacia el interior de la isla para alojarme cerca de Hraunfossar. Realizo otra parada para conocer otra cascada que surge debajo de la lava y se deja caer de forma escalonada. El sol que ya está cayendo refleja sus rayos sobre los distintos glaciares que coronan las montañas de la zona. En otra parada del vehículo me acerco a observar como brota el agua a cien grados; el magma se encuentra muy cercano a la superficie, esto es común en toda la isla, las fumarolas son imponentes. Desde este lugar nacen unas tuberías que transportan el agua caliente a las localidades cercanas, por lo que este recurso es prácticamente gratis para sus pobladores. El agua caliente es utilizada tanto para calefacción como para regar en los invernaderos, consiguiendo de esta manera productos de las huertas instaladas en los mismos, de otra forma seria imposible producir nada en un ambiente tan gélido.

Las verdes praderas están salpicadas de animales como el exclusivo caballo islandés y las especiales ovejas con cuernos que vagan de tres en tres completamente libres por todo el país. Solo las recogen para el invierno, si alguna se despista y se queda en esta implacable naturaleza su muerte está asegurada.

Voy a pasar la noche en un pequeño albergue localizado en plena naturaleza. No puedo pedir nada mejor.

Ojalá que los meteorólogos se equivoquen otra vez. Durante el acogedor y ya caliente albergue se inicia una discusión política sobre la situación económica española. En el exterior llueve.

Comienza mi nuevo y húmedo día viajando hacia el interior de la isla. El paisaje me conmueve: montañas, ríos, glaciares, pequeños ríos que nacen en el deshielo, piedras, cenizas, lava sólida, paisajes lunares... Las nubes bajas y la fina lluvia le aportan algo especial al paisaje. Mi objetivo no es otro que el P.N. Thinguelir, el símbolo, el corazón de Islandia, aquí se fundó el Alping, la primera asamblea popular del mundo, nacida en el año 930 (las llanuras del Parlamento). En este lugar son perfectamente visibles las dos placas tectónicas, la norteamericana y la euroasiática en forma de sendos acantilados. Islandia está viva, pero sobre todo este lugar. Se trata de la frontera de dos continentes que tienden a alejarse el uno del otro. Un majestuoso entorno de una belleza natural. Cerca se encuentra la “Roca de la Ley” desde donde se dictaban las normas a seguir. Estos lugares tan emblemáticos se encuadran en el “Círculo de Oro”.

Mi siguiente paso es para ver el gran Geysir, lo observo inmóvil, esperando a su actuación, en su periódica actividad lanza al exterior chorros de vapor de agua que alcanzan los veinte metros de altura.

El día se está comportando, aunque siento algo más de frío. Estos lugares despiertan mucho interés, y los visitantes son mucho más numerosos.

Y el último punto del “Círculo de Oro”: Gullfoss, la cascada de oro, de aguas lechosas; la más significativa de Islandia. Estuvo a punto de desaparecer a manos de una hidroeléctrica, pero la enconada lucha de una granjera ecologista, lo evitó. Lo de siempre... los distintos intereses entre especuladores y los colonos que defienden la tierra y el agua con todas sus fuerzas.

Mi alergia me está afectando, la altísima humedad me perjudica, voy superándola en la medida de lo posible. Había visto algunas fotografías de este salto de agua, pero nada comparable a la realidad; el agua se revoluciona al caer de distintos niveles, ésta se pulveriza y asciende mojando sin piedad a los que  se atreven a acercarse.

La variedad y los contrastes paisajísticos de Islandia no tienen medida. Durante un recorrido relativamente corto se puede pasar de una zona agreste y árida a otra con vegetación compuesta de abedules y otros arbustos, de una cadena montañosa repleta de glaciares y volcanes a desiertos pedregosos sin signos de civilización.

Son numerosas las personas que recorren el país en bicicleta de montaña, también a caballo a través de pistas preparadas y separadas del tráfico rodado. Montar a caballo es la gran afición de los islandeses. Es muy común que un islandés posea uno o varios equinos.

Después de casi dos horas trotando por una carretera de ripio llego al lugar donde pernoctaré. No es precisamente un albergue, se trata de unos antiguos barracones donde dormían los trabajadores de una hidroeléctrica cercana. Se trata de un lugar menos romántico que el edificio de la noche anterior. Además se encuentra en un lugar inhóspito, en medio de un desierto de piedras volcánicas, dentro del itinerario que estoy siguiendo, esto  resulta muy cómodo al no tener que desviarme hacia otra población, y solo para dormir.

Siempre llevo mi antifaz para los ojos, (en el verano islandés nunca oscurece), de esta forma el sol de media noche no me impide dormir. Además, las ventanas no tienen persianas, ni cortinas. Este país me recuerda a Ushuaia, justo en las antípodas de donde me encuentro ahora. En invierno es todo lo contrario, Islandia permanece perenne bajo  la triste oscuridad invernal. Un territorio en la continua penumbra.

El idioma islandés es costoso y difícil de aprender. Los nombres de los lugares, de las personas... son impronunciables para un castellano hablante. He podido leer que los nombres de algunas poblaciones tienen más letras que habitantes. No deja de ser curioso.

Iba a escribir que amanece un nuevo día, pero no puede ser, ni siquiera ha anochecido. Un nuevo día repleto de emociones y nuevas sensaciones. La naturaleza está viva como en ningún otro lugar; cambia y se transforma, se rebela de cuando en cuando. También resulta muy sensible y frágil. El terreno se compone principalmente de turba, pequeños matojos y florecillas, musgo, líquenes, que al pisarlo percibimos lo blando que resulta, parece una alfombra, y con el exceso de agua más si cabe.

Hay volcanes de todos los tamaños, mirándolos desde lejos parecen la paleta de colores de un pintor, el color marrón, verde y amarillo abundan. Un auténtico arco iris, a ello contribuye los distintos minerales, cenizas y el magma solidificado.

El nuevo día, aunque sin sol, está claro y no llueve. La luz que se forma es inmejorable ayuda a seguir enamorándose de este paisaje. Sin olvidarnos de las fotografías.

Transito por pistas de cenizas de lava hacia el interior. Quiero llegar a Landmannalaugar, una zona sorprendente por su colorido, consecuencia de  su importante riqueza en minerales. Aquí podemos encontrar la mayor concentración de riolita. Solo se puede acceder en verano, a causa de  la dificultad del terreno y antes que lleguen las nieves. Como decía… esas son las montañas de colores. Ríos y manantiales volcánicos en un campo geotermal de gran actividad telúrica. Aquí las precipitaciones son muy fuertes y las temperaturas muy bajas y suelen darse vendavales impetuosos. Un terreno abrupto donde es fácil quedarse atascado al vadear un río o en un terreno de escorias. Laderas de colores por la riolita, cortezas rugosas, coladas de lava, fumarolas, depósitos sulfurosos. Muchas anátidas viven en este peculiar musgo islandés.

Al llegar al campamento me informo de que existen varias alternativas para ascender a varios volcanes. Opto por uno, le llaman “Rojo”, de unos mil metros de altitud, a su lado se encuentra el “Azul”, algo más alto. Después de atravesar un circo glaciar comienza la ascensión, la pendiente se hace cada vez más pronunciada. Una vez en la cima el espectáculo está servido. Estoy rodeado de volcanes, algunos muy activos. Las fumarolas de vapor se escapan por numerosos agujeros. Desciendo por la cara contraria de la montaña. Me encuentro con numerosos andarines, algunos de ellos están cubriendo una ruta clásica, de unos cincuenta kilómetros; acaba en el famoso volcán que hace unos años causó uno de los mayores desastres aéreos al suspenderse miles de vuelos en Europa debido a las cenizas expulsadas de su violenta erupción.

Una vez de nuevo en el campamento me sumerjo en las calientes aguas de un pequeño estanque, hace frío y llueve débilmente. Los bañistas apenas asomamos los ojos para evitar el frío exterior. En esas aguas deposito mis agujetas, mi cansancio. Salgo de ellas muy relajado.

Es hora de regresar. Resulta trabajoso encontrar el nuevo refugio donde debo dormir esta noche. Las pistas de cenizas y piedra pomed, los numerosos cruces de caminos y los nombres de los lugares señalizados en islandés hacen una empresa complicada averiguar el lugar que buscas. Una vez en él me dedico a escribir, cenar y dormir, por ese orden.

Son las seis de la mañana. Llueve, pero seguro que dejará de hacerlo. Hoy voy a viajar de una isla a otra: Heimaey, la mas grande del archipiélago Vestmannaeyjar; la llaman la Pompeya del Norte, aquí se produjo una devastadora erupción en el año 1973, cubriendo de cenizas de lava a la mitad de las casas, aún se pueden visitar sus restos. Fue reconstruida completamente y rescatada de las cenizas.

La capital muestra importantes afloramientos magmáticos, el principal el Eldfell que como ya he citado antes estuvo vomitando fuego durante cuatro meses. El volcán aún continua enfriándose y se pueden ver fumarolas y nubes de vapor. El terreno está todavía muy caliente.

Una vez en la isla y abandonado el ferry regular en el que he navegado me dirijo a la cima del cráter, puedo ver como expulsa todavía gases y vapores. Desde la cumbre se disfruta de magníficas vistas sobre las inmensas masas glaciares, de las que destaca el glaciar Vatnajókoll, el más grande de Europa. Decir también que los habitantes de la isla se dedican principalmente a la pesca y que las aguas cercanas son frecuentadas por las orcas.

Unas horas más tarde, cuando vuelva a la isla principal pasaré muy cerca del glaciar que he citado antes. La extensión del mismo es de ocho mil cuatrocientos kilómetros cuadrados por uno de espesor.

Los habitantes de esta pequeña isla están muy sensibilizados y todavía viven con el susto en el cuerpo. La erupción del volcán fue progresiva y les dio suficiente tiempo a evacuar la isla.

Vuelvo al ferry para continuar mi viaje. Me dirijo a una nueva pista que me lleva hasta la catarata Skógafoss, todo un emblema en Islandia, me dicen que es la más fotografiada. Sus más de sesenta metros de altura le dan una envergadura única. Casi llego hasta su base, es imposible seguir más, sus aguas me aplastarían, aún así salgo de allí duchado.

Transito por una carretera que en algunos momentos se convierte en una pista de tierra. Existen numerosos ríos lechosos, casi blancos, debido a la gran cantidad de sedimentos que transportan. Millones de toneladas de sedimentos que bajan de las montañas producto de la erosión de los glaciares. Este fenómeno hace que Islandia cada día sea más grande, poco a poco va creciendo, ganando terreno al mar. Se pueden ver de forma muy clara los nuevos kilómetros del novísimo país.

También  puedo ver los graves destrozos ocasionados por las riadas que se originaron hace tres años al derretirse el glaciar que se encontraba sobre el volcán que cité anteriormente al eclosionar el mismo.

Voy pasando de un paisaje a otro sin darme apenas cuenta. Me comentan que se puede estar más de un mes viajando por Islandia sin repetir nunca las mismas estampas.

Voy a hacer la última parada del día, en la playa de Dyrholay, los imponentes acantilados que aquí se encuentran albergan al pájaro más famoso del país: el frailecillo, estos pajarillos excavan hasta un metro de profundidad en los acantilados para proteger a sus crías.

Antes de llegar a mi nuevo alojamiento puedo ver diversas lenguas de hielo asomando amenazantes, costas salvajemente abruptas, escarpados acantilados, montañas surgidas del fuego subterráneo infernal, glaciares volcánicos. Naturaleza destructiva y transformadora.

Hoy dormiré en una cabaña de madera, justo debajo de una montaña, con el helado mar muy cerca y junto a la Ring Road, la carretera principal que circunda toda la isla.

Al iniciar el día, comienzo una nueva etapa hacia un lugar más frío. El deshielo ha formado durante los últimos cien años una cada vez más profunda laguna: Jokulsarion, donde flotan inmensos icebergs que forman figuras sorprendentes. Tengo la oportunidad de subir a un barco anfibio para navegar entre los icebergs. En lugares así se puede admirar toda la grandeza de la naturaleza, incluso sentir cómo se transforma, cómo evoluciona. Camino durante un rato por la orilla del mar, se encuentra muy cercano a la laguna, en sus orillas se pueden ver grandes pedazos de hielo desgajados de los icebergs maltratados por las olas.

Una vez en marcha hacia el Parque Nacional Skaftafell puedo ver numerosas lenguas del glaciar Vatnajokull, el rey de los glaciares. Durante una parada del vehículo que me transporta aprovecho para acercarme hasta una de las lenguas y tocar sus hielos milenarios. En las cercanías del glaciar la temperatura es muy baja, similar a la de una cámara frigorífica. Unos kilómetros más adelante comienzo una marcha bajo una fina lluvia muy persistente; la senda algo transitada comienza al sur del glaciar, dispone de varios itinerarios, escojo el principal, el que me lleva hasta la catarata negra, también llamada Suartifoss, sus columnas de basalto en forma de tubos de órgano son lo más característico de la misma. Mi capa de lluvia impide que me cale hasta los huesos, al contrario que las otras cascadas que he podido ver, ésta se encuentra rodeada de un bosque de abedules. Al regresar, en el centro de interpretación puedo ver un vídeo relacionado con la erupción hace ya un par de décadas del volcán situado justo debajo de este grandioso glaciar, en el vídeo se puede apreciar la fuerza destructiva de la naturaleza una vez desbocada. La riada originada al derretirse millones de litros de agua a causa del magma liberado y las altas temperaturas, se llevó por delante todo tipo de infraestructuras: puentes, carreteras, casas, tendidos eléctricos, todo lo desembocó en el  cercano mar, depositando en las aguas millones de toneladas de sedimentos, haciendo posible que Islandia disponga de más extensión de terreno.

El volcán Laki que visité hace un par de días, tiene en su haber una de las más devastadoras erupciones producidas en Islandia, esta eclosión dejó una increíble colada de lava cubierta de musgo. Nunca había visto algo parecido.

Sobre estas grandes extensiones de lava, cenizas, sedimentos y minerales..., se dedica un gran esfuerzo en sembrar de hierba y pequeños matojos la superficie para evitar así la erosión y sujetar de alguna manera el terreno. En temporadas más secas, sobre todo en el norte de la isla donde llueve menos, el viento, tan habitual en Islandia levanta la tierra no compactada, formándose tormentas de arena que sepultan pistas y carreteras.

Los primeros habitantes provenientes de Noruega construyeron sus casas de forma muy curiosa; el principal material que se utilizaba era la turba arrancada al suelo. La casa semienterrada en la tierra quedaba completamente camuflada en el paisaje, hasta en el tejado crecía la hierba. El principal motivo de esta forma de edificar era evitar el frío; la tierra y la vegetación descompuesta aislaban a los moradores de la casa del brutal ambiente exterior.

Allá por el año 1.700, los habitantes de Islandia creyeron que había llegado el fin del mundo, el citado volcán Laki produjo una erupción a través de una fisura de veinticinco kilómetros. Los materiales volcánicos llegaron hasta el continente europeo. Se destruyeron todas las cosechas. En Islandia murieron 40.000 personas de las 50.000 que la habitaban. Se hizo completamente de noche. Sin duda es la erupción más grande producida en la Tierra.

Hoy voy a vivir una noche algo especial, dormiré en la casa de unos granjeros, un lugar aislado y perdido, entre las nubes bajas y bajo la lluvia que todavía continúa.

Abro los ojos, estoy cansado, aún no ha parado de llover, pero debo seguir hasta Reykiavik. Son muchos días viajando sin descanso, sin parar de moverme, cambiando de lugar continuamente. Preparando el desayuno en las cabañas donde he dormido, los sándwiches del mediodía, comiendo en la cima de un volcán sentado sobre la lava mientras contemplaba en paisaje, en la playa con los icebergs flotando peleándose contra las olas. Y a la noche hacer una cena algo más contundente. Siempre se agradece.

Son casi las once de la mañana, viajo por una carretera asfaltada y puedo decir que todavía no me he despertado.

La inseguridad ciudadana es una genuina rareza. Cuando se comete un pequeño delito, como un  robo, se publica en las primeras páginas de los periódicos.

El alcohol es escaso y caro, está monopolizado por el Estado y se encuentra cargado de fuertes impuestos. Hay otra cosa curiosa y  rara, no existe cultura de las propinas, algo muy inteligente, sin duda alguna. Hay mucha permisividad social, el índice de madres solteras es del cuarenta por cien, muy alto, y es algo elegido y premeditado.

Vuelvo a hacer otra parada en mi camino hacia la capital para conocer otra catarata, es diferente, se le puede dar la vuelta completa. Al pasar tan cerca de ella me mojo irremediablemente, la humedad me va a durar hasta el final del día.

Debo llegar a Reykiavik, buscar el hotel y sacar tiempo para conocer la capital. Es muy fácil recorrer la ciudad, no es muy grande y los cuatro o cinco lugares de interés se encuentran muy cerca unos de otros. El palacio de congresos, de arquitectura vanguardista, me recuerda al Kursaal de Donosti. Luego viene la catedral, de diseño moderno y las calles comerciales que por ser viernes se encuentran muy animadas.

En la arquitectura  de las casas podemos conocer la personalidad de la cultura islandesa.

Es la capital más septentrional del mundo. Tranquila y sosegada. Pasa de la frialdad urbanística a bucólicos barrios de colonización. Regreso a mi hotel por un pequeño paseo a orillas del mar. Una ducha y a intentar dormir. Mañana regreso a España.

 

A caballo entre la narrativa de viajes y la crónica política quiero hacer algunos apuntes sociológicos, también sobre el crak económico-político sucedido hace tres años en esta isla asediada por el frío.

Durante muchos siglos fue una isla inhabitable, encerrada en sí misma. En cualquier momento puede entrar en erupción cualquiera de los más de doscientos volcanes.

Los islandeses ya se han acostumbrado a estas montañas vivientes. Tormentas, terremotos, vientos huracanados, y ahora... con una crisis económica. Multitud de edificios se han quedado a mitad de construir al estallar la burbuja inmobiliaria. Una isla golpeada sin compasión por los problemas financieros. Están más preparados para los volcanes  que para resistir las vicisitudes económicas.

Hasta hace unos pocos siglos eran muy pobres, vivían del cultivo de la patata y la pesca del bacalao. Un territorio donde no circulaba el dinero.

Los islandeses tienen el espíritu vikingo muy arraigado y saben resistir las adversidades. También dicen que tienen buena conexión con los espíritus, con las hadas, los elfos, y claro... los trolls.

La religión neopagana islandesa alberga dioses como Thor: dios del trueno, Odin: dios de los dioses o Fraya: diosa de la fertilidad.

En invierno el sol sale a las 11:30 horas, con mucha timidez y se pone a las 15:30 horas. Entonces aparecen las depresiones, la tristeza del invierno. En verano, el sol tiene una cálida luz inquietante.

Es el país que más lee, una media de cuarenta libros al año y uno de cada diez islandeses escribe al menos un libro en su vida. La música es muy importante y con mucha personalidad. Las sagas, es una tradición oral sobre personajes históricos. Existen muchos bares musicales y son muy frecuentados.

La seguridad es absoluta, no hay ejército y la policía no porta armas.

Islandia es como una roca que se interpone entre América y Europa.

¡Ah!, hay algo más... los vikingos nunca llevaron cascos con cuernos.


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  •  Javier escribi el 11/9/2013:
  • - Muy bueno tu relato como siempre Ropavieja,sigue así.


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