Viajero desde
10/17/2008
Nick: VICKY |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: Victoria
Sevilla como todo el mundo dice, tiene un color especial, es sentimiento y tradición. Es una ciudad con duende, que enamora a primera vista, por todo esto decidí visitarla en un corto fin de semana.
Comencé mi visita sevillana acercándome a la plaza del Patio de Banderas, en el Barrio de Santa Cruz, para visitar una de sus principales maravillas arquitectónicas: Los Reales Alcazares. Una de las cosas que más me impresionó fue el intenso olor a jazmín.
Después de visitar los Reales Alcázares me acerqué caminando en unos minutos hasta la Plaza del Triunfo, donde se encuentra La Catedral de Sevilla, y pasé un buen rato contemplándola, porque la verdad, es enorme.
Pero no hay que engañarse, lo que se lleva todas mis miradas fue la Giralda, que es el campanario de la Catedral.
Según cuentan está inspirada en el alminar de la mezquita Kutubia de Marrakech, y mide unos 100 metros.
Como se hizo un poco tarde, decidí quedarme a comer en esta zona en uno de sus típicos restaurantes, uno de esos con fotos de toreros y carteles de Plazas de Toros, y también fui de lo más típica a la hora de elegir la comida, como no, pescaditos fritos y jamón.
Para hacer la digestión decidí pasear por la zona comercial de la calle Sierpes, que está llena de tiendas y bares, y así sin darme cuenta terminé recorriendo las estrechas calles del Barrio de Santa Cruz, La Plaza de Doña Elvira, antiguo corral de comedias, donde según la leyenda popular, se encuentra la casa de la mítica doña Inés de Ulloa, el amor imposible de don Juan Tenorio, un barrio para el recuerdo.
Para estar solo un día en Sevilla, daba la sensación de llevar mucho más tiempo, fue un día redondo, pero faltaba la noche claro. Me aconsejaron que para ir a cenar cruzase el Guadalquivir por el Puente de San Telmo y fuese al barrio de Triana, donde había un restaurante que desde sus ventanales tenía una vista preciosa de la Torre del Oro iluminada, y eso hice, y la verdad una cena fenomenal, y por supuesto la noche terminó oyendo flamenco y tomando finos.
El segundo día fue igual de espectacular que el primero, comencé paseando por la Plaza de España, que está situada dentro del Parque de María Luisa, aunque el recorrerla fue agotador. Al Parque de María Luisa los sevillanos lo llaman “El Central Park español”. Este enorme pulmón verde sevillano debe sus orígenes a los duques de Montpensier, quienes en 1849, adquirieron el Palacio de San Telmo y encargaron al jardinero francés Lecolant, la construcción de un gran jardín que estuviera en consonancia con la majestuosidad del edificio que acababan de convertir en su residencia.
Aunque estaba agotada hice un último esfuerzo y fui a contemplar el Guadalquivir, pues no estaba lejos del parque, ahora, si volviera a visitar Sevilla seguro que la vería desde un coche de caballos, mucho más descansado.
Como se acercaba el final del corto fin de semana, decidí que no podía terminar esta visita a Sevilla sin visitar uno de sus lugares más emblemáticos, la Plaza de Toros de La Maestranza, y así terminó mi corto fin de semana en Sevilla, saliendo por la puerta grande, y pensando en volver pronto para ver todo lo que me quedó por visitar.
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