Viajero desde
1/21/2011
Nick: JMG |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: JoseMGGarcia
DIJON
EN LA RUTA DE LOS GRANDES CRUDOS II
(Los Campos Eliseos Franceses)
Dice un dicho francés “no hay mostaza como la de Dijon”
No para mi, prefiero otra, un poco mas suave y oscura.
Pero, aparte de la mostaza, Dijon, bien merece una pausada visita.
Decidimos pasar un par de días de reposo en esta Villa y para ello nos dirigimos con nuestra AC a un Camping situado en las afueras, junto al río Kir y un estanque con el mismo nombre. Afortunadamente llegamos temprano y conseguimos plaza, por la tarde ya estaba completo; el Campismo en Francia está cada día más en auge.
Nos informaron en Recepción que podíamos desplazarnos fácilmente al centro, paseando junto al río, efectivamente, esto en un trecho, pero luego el camino por calles de los suburbios se nos hizo interminable. Después de la visita, decidimos regresar en Autobús.
Vengo observando en Francia y en algún caso en Alemania, que algunas antiguas Iglesias son ahora ocupadas para otros menesteres laicos, como espectáculos de teatro, cine o sala de conferencias. Bueno, creo es preferible a que se abandonen o sean derribados. Un caso de estos nos lo encontramos camino del centro de Dijon en un edificio que parecía bien interesante artística y arquitectoriamente.
Al fin, dimos con el centro y llegamos al Palacio de los Duques de Borgoña. Anexo al mismo, se encuentra el Museo de Bellas Artes que alberga las extraordinarias Tumbas de Felipe II “El atrevido” primer Duque de Borgoña de la Casa de Valois y la de su hijo “Juan sin miedo” que le sucedió, a continuación vino “Felipe III el bueno”, acabando la dinastía con “Carlos I el temerario” que murió sin descendencia y posibilitó que el Rey de Francia se anexionara definitivamente la Borgoña.
La colección artística que alberga el Museo, que es de entrada libre, es realmente extraordinaria i bien merece dedicarle al menos medio día.
Dijon que cuenta con algo más de 150.000 habitantes está a la orilla del río Ouche y no lejos de aquí nace el “parisino” río Sena.
Sobre la preciosa Catedral de Notre Dame, se alza el “Jacquemart” Reloj con cuatro autómatas, que es especialmente querido por los Dijonenses y motivo de afrenta con los Belgas.
Cuando en 1383 “Felipe el atrevido” lo trajo desmontado, como extraordinario botín de guerra desde Courtrai (Flandes) Bélgica, si bien solo contaba con la figura con pipa del Jacquemart que golpeaba la campana para dar las horas, ya era una pieza muy codiciada. En 1651 se añadió el mecanismo de la mujer a la que llamaron Jacqueline y se encargaba alternativamente con Jacquemart de dar las horas. En 1714 aumentó la familia con la llegada del niño Jaquelinet que en una campana de menor tamaño daba las medias horas y finalmente en 1884 se añadió la niña Jacquelinette que se encargó de dar los cuartos de hora.
Les remito a las fotografías que adjunto del Jacquemart también verán el retrato de “Felipe el atrevido” Me llamó la atención las delicadas manos que el pintor plasmó y otorgó a éste Duque de Borgoña. En un segundo retrato ya en edad madura su arrogante porte, deja paso a una más misericordiosa mirada…
Al salir de la visita al Museo de Bellas Artes, no pude resistir la tentación (y que espero me perdone) de fotografiar a una anónima, y muy hermosa joven Dijonesa, que creo coincidirán ustedes conmigo en el extraordinario parecido de su rostro con “Felipe el atrevido” naturalmente, rasgos dulcificados por su condición femenina. He unido en la fotografía los dos rostros y juzguen ustedes…
Muchos califican a Dijon como la segunda Paris en cuanto a Arte y Arquitectura.
Yo, de toda esta historia, me quedo con el “grandioso” apelativo del Duque, compartido con el cuento de los Hermanos Grimm en el que se otorga a un “Juan sin Miedo” valor sin fin, pero que perdió tal condición, sucumbiendo a las ardides de una Princesa. El Juan “de Borgoña” que ganó este título luchando a temprana edad con los Turcos, no consta que cayera en las redes femeninas, pero sí se sabe de sus mil fechorías, traiciones y vilezas, por otro lado bastante habituales en aquella época de la guerra de los 100 años
No quiero terminar este relato sin mencionarles una corta parada que hicimos a la preciosa Abadía de Saint Seine, situada no lejos de Dijon. Justo se estaba celebrando un funeral y conmovía el rigor de los asistentes acorde con el grandioso marco de la ceremonia. El respeto debido se muestra acentuado en estas pequeñas poblaciones en las que prácticamente el pueblo entero se conoce y participa en el duelo de la familia del finado.
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