Viajero desde
1/21/2011
Nick: JMG |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: JoseMGGarcia
Tierra de Fuego I
En junio del pasado año, finalmente, tuve el placer de visitar esta isla canaria, visita largamente deseada, después de haber conocido otras tres de ellas, Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Mis referencias eran que no se asemejaba a las demás.
A mi parecer, tiene rasgos que también se encuentran en alguna de las otras, aunque si que tal vez aquí, se manifiestan en grado extremo. Me refiero a la parte volcánica.
Pero, como idea general, creo la extraerán ustedes mejor, después de leer los diversos capítulos en que dividiré la isla.
Este primer relato lo voy a dedicar exclusivamente a la visita que hicimos en Lanzarote al jardín de los cactus.
No teníamos programada esta visita, puesto que nadie nos había hablado de esta jardín, pero cuando visitamos El Parque de Timanfaya nos ofrecieron comprar un pase reducido a 6 lugares diferentes de la isla por (30 Euros), entre ellos el Jardín de los Cactus y les aseguro que quizás por lo inesperado, esta fue una de las visitas que mas nos complació.
Llegamos a Guatiza, (el jardín esta a unos pocos kilómetros) pasadas las 9 de la mañana y como el jardín no abría hasta las 10, nos sentamos en un bar del pueblo a tomar un café. Compartimos cerca de una hora el cotidiano espacio de la gente del pueblo. Entre los lugareños que ocupaban la parte interior del diminuto local y los que como nosotros nos sentamos fuera, no llegábamos a una docena de personas.
Me causo extrañeza que en un municipio próximo a una atracción turística, nuestra presencia fuese objeto de especial atención.
Aseguraría que si alguno de ellos, todos hombres y de mediana a avanzada edad, tenia alguna ocupación, no parecía preocuparle lo mas mínimo y aventuraría que en tal caso, seria dedicada al campo, tal vez en el cultivo de la cochinilla que en Lanzarote llaman chinchilla.
Las tuneras aquí, pencas, chumberas, nopal o tuna, según otros lugares, alimentan a este curioso insecto, originario de Méjico y países andinos, que una vez extraído con una cucharilla, desecado y triturado (pero, solo las hembras, que miden unos 6 mm.) se obtiene este apreciado tinte natural ( E-120 ) de color negro, si bien convenientemente tratado, se puede convertir en violeta, carmín, rojo, naranja, gris o negro. Vienen siendo cultivadas aquí desde hace mucho tiempo y este tinte canario esta considerado el mejor del mundo. En Guatiza, uno de los dos pueblos que lo cultivan, únicos en España, existen unas 130 hectáreas y en Mala, otras 95 hectáreas. Actualmente, que en la Unión Europea se han prohibido los colorantes artificiales, este cultivo ha revivido después de un largo letargo. Son usados principalmente en alimentación y cosmética, pero también en Australia, para controlar la extensión de las chumberas, puesto que es una planta invasora.
Después de escuchar, que no participar, en una encendida discusión sobre política, originada con la llegada del periódico insular, nos trasladamos en el coche alquilado al Jardín.
Pero, antes y a propósito de estas tertulias locales, permítanme un nuevo y ultimo inciso, para relatarles sucintamente otro pequeño dialogo que involuntariamente recogimos en la terraza de otro bar de la isla y que me dejo realmente impactado.
Era domingo por la mañana, casi todo el mundo en la Iglesia, Misa de 11. En la mesa de al lado, tres caballeros de bastante edad, que se definieron como dos aparejadores y el otro abogado, todos retirados y pensionistas. Después de relatar cada uno, los montantes de sus pensiones con distintos grados de conformidad, llegaron al tema de la inseguridad ciudadana, contando uno que al acercarse, había sido abordado, por un pordiosero que le exigió unas monedas. Mostró su indefensión ante esta gente, por la edad y sus escasas fuerzas y entonces, sentencio el abogado:
“Yo, a lo que temo es a pasar cerca de un contenedor de basura… no vaya a caerme dentro… y señores… es que nadie me echaría en falta”
Bueno, no me dirán que no es argumento… para el sermón del domingo.
En fin, vayamos de una vez al jardín, que nos deparo muchas y más agradables sensaciones, que el desahogo de unos viejecitos.
El jardín de los cactus lo diseño en 1991, Cesar Manrique el visionario artista al que tanto le debe Lanzarote.
Aprovechando el agujero circular dejado por las extracciones de una cantera de “picón” o lapilli, lava granulada y pequeña, usada por los campesinos para retener la humedad en los cultivos y también, para la construcción.
Colocados en terrazas a modo de gradas concéntricas se pueden admirar cerca de 10.000 ejemplares de unas 1.400 especies distintas, importadas principalmente de ambas Ameritas, Madagascar, Marruecos, Etiopia, de las propias Canarias y también de otras zonas desérticas de la tierra.
Sus caprichosas formas, colorido y diferentes tamaños (desde diminutas hasta del tamaño de un árbol) unido a una impecable presentación, deja en el visitante una muy agradable sensación. Les adjunto una serie de fotografías que espero les agrade, pero que por supuesto, no dan completa visión y justicia de la gran belleza de la muestra.
Ya ven que soy incorregible y con el propósito de hablarles de un jardín paradisíaco y presentárselo con unas fotografías, me lío “retratando” unos curiosos personajes locales… también a ellos, que me perdonen por la indiscreción.
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