Viajero desde
6/20/2009
Nick: AIKEN |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: Mario Aiken Seguel
Por
1ra parte.
PESCANDO POESIA EN BAHIA DEL FRACASSO
En la desembocadura del río Chubut se encuentra el puerto de Rawson, allí atracan
Lanchones de pescadores de mar adentro.
Las costas aledañas- como playa Magaña, al sur de la desembocadura del Chubut son frecuentadas por recolectores y rederos de costa. Los primeros buscan pulpitos, los segundos cornalitos.
Es extraño llegar como turista. De chico cuando vivía aquí, solía frecuentar el lugar interesado por las historias que narraban los lugareños, plenas de exageraciones del la
Imaginería popular.
Esa mañana, yo había quedado en encontrarme con Manuel en la cantina del puerto. Todavía era temprano así que me detuve a observar lo que a primera vista parecía un cementerio de barcazas. En realidad en algunas se notaba trabajos de reparación, pero otras habían quedado allí para siempre
Me encontraba intentando subir al puesto de observación de una de ellas cuando escuché la risa de Manuel llamándome.
- ¡Eh, marinero…1 ¡Vení!
Manuel era mi “contacto”: Existía la posibilidad de participar de un día de trabajo en la pesca artesanal de Vieyras (Aequipectun Tehuelchus).
Me largué por la soga y le pregunté con ansiedad: ¿Hay novedades?
- Mañana te pasan a buscar a las cinco y cuarto, van al embarcadero de Bahía del Fracasso, en el Golfo San José. Saben que sos de la zona.
Se levantaba el sol cuando
Ye en descenso van apareciendo los medanos y al tomar una recta se divisa la bahía. Aguas calmas azules, playas de arena. La amplitud de la vista despierta, te mueve.
Cinco casillas de pecadores se guarecen debajo de crecidos tamariscos. Ya los marisqueros tenían enganchado el lanchón al tractor que se internaría en el agua para liberar a “Rocinante”, la lancha marisquera. Su capitán Pedro Oroquieta (alto, pelo largo entrecano, barba marinera) se acercó y saludó a todos:
-Mucho gusto…¿Quiénes van al agua?
Los sureños son de pocas palabras, las necesarias. Las personas se conocen en la marcha.
Pedro en realidad es Geólogo y conoce palmo a palmo la zona.
Un día decidió ganarse la vida con la pesca y junto a pescadores formaron
Abordamos e ingresamos al mar. La tripulación se completaba con un buzo, Omar Díaz apodado “Indio” y su hijo Daniel. Mientras indio se ponía el traje, Daniel revisaba los equipos y elementos necesarios, y apilaba las cajas recolectoras de vieyras.
Los colados andábamos con suerte unas toninas nos acompañaron un momento fugaz, es impresionante la velocidad que alcanzan. A una hora de viaje, se detienen los motores. Para mí manera de ver, estábamos en medio de la nada. Lejos se distinguía la costa como una media luna acantilada y las puntas del golfo como pinzas de cangrejo. Son contados los lugares de descenso a las playas. Pensé: ¡¿Cómo sabrán que es aquí?!
Mientras se ajusta el traje y las pesas, Indio me explica que bajarían unos trece metros de profundidad. En el golfo solo está permitida la pesca artesanal, que no es otra cosa que ir recogiendo los moluscos y colocándolos en las redes con forma de bolsón que él arrastra consigo por el fondo del mar. Literalmente a pulmón. Un buzo trabaja 4 o 5 horas por el fondo del mar, solo.
Cada vez que junta cierta cantidad le insufla aire a un balde plástico que como un globo elevará la carga hasta la superficie. Va apareciendo sobre la misma, la soga que une a la embarcación y al buzo, y es el momento que Daniel entra en acción. Sus brazos fuertes y bien torneados alzan la carga que queda por un momento suspendido en el aire. La operación concluye con un certero movimiento que lo coloca en el borde de la barca, desde donde va descargando y seleccionado las vieyras en los recipientes.
Cerca otra lancha de menor capacidad realiza la recolección en condiciones aún más precarias.
Uno puede pasar horas observando y tomando notas de las destrezas de la labor. Yo no perdía de vista el agua azulada, tratando de imaginar la trayectoria del Indio a partir de las burbujas que de tanto en tanto salen a la superficie. En una ocasión le digo a Javier, señalando el lugar.
-Mira, creo que anda por ahí.
-No- me retruca-. Ya pasó por debajo del barco; las burbujas tardan un tiempo en salir, mientras el avanza.
Qué importante que es considerar el tiempo, pensé. El tiempo, en todo sentido. El de darse el regalo de un día así. El de saber esperar.
- ¿Cuántos años tiene tu papá?
- -Cincuenta y dos- me respondió Javier.
Entones sentí admiración por estas personas y me parecieron pelotudas mis preguntas, Así que anoté:
Pocas palabras
A los buzos
marisqueros
Rigurosos
Trabajos libres.
Arriba
Recolectores, rederos
Familia
Esperan.
Esa es nuestra poesía.
mario aiken seguel- www.senderismoargentina.com.ar
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