Viajero desde
11/14/2008
Nick: SPB |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: SALVADOR DE PEDRO BUENDIA
El fin de año (Nochevieja en España) lo celebran los romanos con una cena --en la que toman lentejas al tiempo de las doce campanadas--, uso bastante indiscriminado de petardos y apertura estruendosa de botellas de champagne (spumanti, en italiano), normalmente en alguna de las amplias plazas que hay en Roma, especialmente en la piazza del Popolo (plaza del Pueblo), y en los aledaños del Coliseo, en los que suele organizarse un espectáculo musical.
También existe la costumbre de lanzarse los jóvenes al río Tiber desde alguno de los puentes que hay en la ciudad (siempre que el río lleve suficiente agua...). ESo nos contaron...
Me estoy refiriendo a la celebración más popular, porque la gente con mayores disponibilidades suele ir a un buen restaurante u hotel, en los que disfruta del Cenone di Capodanno (cena de fin de año), a precios bastante altos, más que en España, y con menús algo sofisticados, pero que, por lo que pude comprobar, no son mejores que los que se sirven en nuestro país.
Nuestro grupo familiar (hasta el día 31, de 3 personas) se vió enriquecido con la compañía de Alejandro, Layla y su hija Laura, residentes en Valencia como nosotros (la esposa médico, como la mía) que llegaron al aeropuerto de Fiumicino (Leonardo da Vinci) ese mismo día y que se sumaron a nuestro deseo de celebrar il Capodanno en Roma, aunque después siguieron su visita por separado.
Así, después de un buen paseo por Roma, introductorio de las maravillas de la ciudad para nuestros recién llegados acompañantes, nos dirigimos al Trastevere (El Trastíber, o barrio más allá del Tíber).
El Trastevere --hago un inciso en mi relato de la Nochevieja-- es para mí el barrio más típico de Roma, con sus calles mayormente estrechas, adoquinadas, casas de apariencia vetustas, con ese especial olor a viejo, a antiguas alcantarillas (no desagradable) y múltiples bares y casas de comidas, ofreciendo los más variados menús típicos a muy distintos precios.
Ya es de por sí un placer pasearse por el barrio, y contemplar sus callejas, sus iglesias, sus casas (que recuerdan un poco el tipismo de la la baixa de Lisboa o la ribeira de Oporto, o el barrio gótico de Barcelona, o el barrio del Carmen de Valencia, o el barrio de La Latina de Madrid). Pero más lo es ir gozando con los diferentes aromas de las trattorias y casas de comidas.
En ese entorno y con ese ambiente, nuestro grupo se dispuso a encontrar un local para cenar, sin previa reserva, de cuyo modo recorrimos casi todo el barrio, analizando los distintos anuncios de menús y precios, e inclusive los precios a la carta, llegando a la conclusión de que había menús desde 25 Euros hasta unos 70 (Junto al Coliseo, menús más pobres superaban los 100 Euros).
Sí que nos llamó la atención que había dos turnos para la cena: Uno, hasta las 22'45 horas; y el siguiente desde las 23 horas. Para el segundo turno, algunos restaurantes incrementaban el precio.
Y tras mucho mirar y comparar entramos en una casa de comidas típica, con mesas apretadas, ya muy lleno de gente, en la que se ofrecía un menú compuesto de un entrante, tres primeros platos a elegir, otros tres segundos de carnes o alternativamente tres segundos platos de pescados, postre a escoger entre cuatro ó cinco variedades, más medio litro de vino y otro tanto de agua por persona.
El control del restaurante lo ejercía una simpática, dicharachera y exuberante matrona romana ( del Trastevere, decía ella entre sonrisas) que nos atendió con todo afecto, y propició un buen ambiente en la cena.
Se preguntará el lector qué cenamos. Pues ahí va: Para hacer boca, como entrante, un bruschetto, que no es sino una rebanada de pan algo tostado recubierto de tomate, en esta ocasión en minúsculos trozos; unos gnocchi al pomodoro (o sea, esas bolitas de patata que se cuecen y se pueden servir con diferentes salsas); o unos spaghetti carbonara; como segundos platos, trippi di maiale ( una especie de callos, pero con tripa de cerdo, cocinados con hierbas y aderezados con queso parmesano), scaloppini marsala (filetitos de ternera rellenos de jamón cocido, con salsa de limón) o entrecotte di manzo (buey), Y a los postres, pannacotta (nata cocida), tiramisú (el auténtico, una maravilla), más un limoncello.
Ciertamente disfrutamos con la cena, en medio de un alegre y ruidoso ambiente, en el que se escuchaban muy diferentes idiomas.
Pero como habíamos cenado en el primer turno, apenas si eran las 10 y media de la noche, por lo que decidimos "rebajar" la abundancia desplazandonos a pie hasta la zona del Coliseo, bordeando el Tíber y las traseras de los Foros imperiales, hasta llegar al Coliseo desde su parte más baja.
En el itinerario, petardos, bengalas, truenos, al más potente estilo valenciano, aunque con poca gracia porque los jóvenes que los producían denotaban poco respeto, al lanzarlos junto a los peatones. Y una multitud que se desplazaba hacia la zona del citado Coliseo, junto al que había una velada musical con un gran escenario.
Decidimos no meternos en la vorágine y nos dirigimos a nuestro cercano hotel, en cuyo lobby aprovechamos una botella de buen champagne francés para brindar al tiempo de las doce campanadas, aunque sin comer lentejas, sino unos bombones (los que cupieron en la boca) que resultaron deliciosos.
Y así se comenzó para nosotros 2.009: Con buena compañía, en buen ambiente y con la simpática experiencia de cenar en el típico Trastevere romano, pronunciando la felicitación en italiano : Auguri.
¡Ah! Y la visita y la comida o cena en el Trastevere la recomiendo en invierno o en verano, haya o no haya celebración. Vale la pena.
Puede verse fotos en el album de Webshots publicado en el siguiente link: http://family.webshots.com/album/569619079ZRGqMt