Viajero desde
11/14/2008
Nick: SPB |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: SALVADOR DE PEDRO BUENDIA
Roma es mucha Roma…
Así que intentar describirla se me antoja empresa ardua a la vez que inútil, porque existen muchas publicaciones y artículos sobre la llamada “ciudad eterna”, o “ciudad de las siete colinas”.
Me limitaré a contar las impresiones y sensaciones del viaje a Italia aprovechando las vacaciones de Navidad y Fin de Año, cual ya he hecho en relatos anteriormente publicados respecto de Nápoles, Capri y Pompeya.
En nuestro periplo por Italia, una vez visitada Pompeya, a lo que dedicamos una mañana (ya habrá conocido el lector por anteriores relatos que no soy nada partidario de visitas exhaustivas sino de ir obteniendo impresiones y conocimientos poco a poco y en sucesivas ocasiones), nos dirigimos por Nápoles a Roma, por una muy concurrida autopista, en perfectas condiciones, y en un trayecto de unas dos horas.
Entrar en Roma en automóvil sin un navegador GPS puede ser difícil tarea para quien no la conozca, ya que existen una serie de rondas y autopistas circulares y transversales, con tráfico muy denso, de manera que un error puede significar dar la vuelta o perderse.
En nuestro caso, nos dirigimos al hotel reservado en la vía Labicana, a pocos metros del Coliseo, y el GPS se encargó de situarnos en el alojamiento en unos 20 minutos desde la circunvalación más exterior.
La simple vista del Coliseo desde Roma ya impresiona.
Pero más impresiona entrar en el garaje subterráneo del hotel y hallar reservada, protegida y destacada, una pared o muro de la época romana, acristalada para su visión, iluminada, junto a la cual se estaciona el coche.
Los hoteles de Roma son especialmente caros, sobre todo si se hallan enclavados en el centro y próximos a monumentos. El nuestro tenía diferentes precios, según se tratara de días laborables normales, días festivos, vísperas de festivos y días especiales, llegando a incrementarse el precio en un setenta por ciento.
El personal que trabaja en estos hoteles, como en general en toda Italia, es amable y competente.
Pues bien, como llegamos al hotel alrededor del mediodía, una vez situado el coche en el garaje y ocupada la habitación, nos lanzamos a la via Labicana, para dirigirnos hacia el Coliseo.
La mole del Coliseo abre una amplia via, a cuya izquierda están los arcos de Tito y Constantino; a la derecha la “Domus Áurea” de Nerón, y a partir de ahí, a ambos lados, los foros de los distintos emperadores y líderes: Julio Cesar, Augusto, Nerva, Trajano, sobre los cuales se ven iglesias de construcción muy posterior, mezcladas con edificios históricos, como la Cárcel Mamertina, o la Columna Trajano…
El visitante, el paseante, queda como absorto y embebido ante tanto y tan interesante resto histórico, tan bien conservado, deteniéndose especialmente ante los mapas de mármol que recogen en cuatro etapas la expansión de Roma, desde que simplemente era una ciudad “urbis” hasta que fue ocupando Iberia (España) y la Galia, etcétera, hasta llegar a Mesopotamia, Britannia y buena parte del norte de África.
Es un recorrido de unos mil metros en los que se puede demorar dos o tres horas solamente para una visión general.
Al llegar a la columna Trajano se accede a la piazza Venezia, que enfrenta al monumento a Victor Manuel II, de finales del siglo XIX, terminado en el siglo XX, que viene a ser como el “Monumento a la Patria”, con la tumba del soldado desconocido, la llama eterna y los militares honrando a los caídos italianos.
El monumento es magnificente y lleno de alegorías, con interesantes esculturas que reproducen las distintas regiones de Italia hasta su reunificación.
Hay que ascenderlo y detenerse para hacer fotografías, contemplar las vistas de la ciudad, especialmente la zona monumental a nuestros pies, y quedar absorto en la grandiosidad monumental.
Desde el monumento, con un mapa de Roma a la vista (en todos los hoteles se facilitan y están bastante bien detallados), se observa la vía Corso, que se dirige como arteria importante de más de 1’5 kms hacia el Vaticano, dejando a su derecha la Fontana de Trevi, el Palacio del Quirinal, la Basílica de Santa María la Mayor, la basílica de la Trinidad del Monte, la plaza de España, con la popular escalinata, la piazza del Popolo, etcétera (a todo ello me referiré en sucesivos relatos).
Y a la izquierda, la Torre Argentina, el Panteón, la piazza Navona, y el Tíber (el río Tevere), con el Trastevere, Transtiber.
Se pueden visionar fotos en el siguiente link de Internet: http://family.webshots.com/album/569619079ZRGqMt