Viajero desde
11/14/2008
Nick: SPB |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: SALVADOR DE PEDRO BUENDIA
Ya anticipé en el relato I de esta serie cómo ir a Capri.
Ahora me ocupo de analizar someramente --para detalles invito al lector a visitar Capri, vía Internet, y encontrar buenas fotos en Webshots-- la visita que hicimos a la isla.
Las circunstancias de clima y meteorología que hallamos el día de la visita, domingo 28/12/08, no eran nada propicias ni agradables, pues a la lluvia se unía un desgradable viento, frío por demás (como en toda Europa) que invitaba más al abrigo que al paseo.
No obstante la subida desde el puerto de mar hasta Anacapri es seductora, porque el autobusito de no más de diez plazas que lleva hasta esta población, que se halla en la parte más alta de la isla, hacia el Oeste, permite contemplar paisajes preciosos desde las curvas de la carreterita que recorre las escarpadas laderas.
En el trayecto, en paso fugaz, pueden contemplarse villas que se antojan señoriales o lujosas y hoteles que permiten adivinar un confort acorde con la calma que pueden brindar, con el azul (cuando haya sol) panorama que desde lo alto se vislumbra.
Anacapri es una villa limpísima, ordenadísima, con una callecitas muy bien y típicamente adecuadas, con bastantes tiendecitas, la mitad de ellas de souvenires, otra cuarta parte de moda y vestidos y el resto de productos alimenticios de la isla. Hay placitas recoletas con iglesias escondidas, y callejuelas que suben y bajan y que a cada recodo ofrecen una vista preciosa. El fotógrafo disfruta.
Fue una lástima el frío que nos recibió, porque nos obligó a abrigarnos y a caminar sin detenernos especialmente en ningún rincón.
En las varias tiendas en las que entramos (y compramos souvenires a precios razonables) fuimos acogidos con la mayor hospitalidad, lamentandose los lugareños de que el habitual buen tiempo no nos acompañara.
Descender de Anacapri a Capri vuelve a ser un placer, porque el autobusillo brinda nuevas panorámicas.
Capri es, digamos, la capital de la isla, y tiene varios hoteles que denotan el señorío y la calidad que los precios que anuncian dan a entender. Hay más tiendas de calidad, mejores restaurantes, más callejas estrechas, más plazuelas, todas bien cuidadas y siempre ofreciendo panorámicas preciosas. Y recuerdos de escritores, de nobles, de bohemios que se instalaron en la isla. Debieron, pienso yo, hallar mejor tiempo...
El retorno al puerto puede hacerse en el autobús o en el funicular (el precio de 1'40 Euros es el mismo para ambos), y una vez allí, se encuentra un ferry o un jet o un catamarán para el retorno a Nápoles cada hora.
Pese a que el mal tiempo nos limitó el disfrute, recomiendo la visita a Capri, no tanto por aquello del nombre o de la fama, sino por la belleza que entraña la bahía de Nápoles, presidida por el Vesubio, y la esplendidez intrínseca de la isla de Capri, que permite soñar cuán maravilloso podría ser un descanso o un retiro en ella.