Desde Nápoles a Pompeya, mejor dicho a la zona arqueológica en la que se enclavan las ruinas de la ciudad romana de Pompeya que sepultó una erupción del Vesubio, apenas si hay una veintena de kilómetros, que se recorren sin especial problema por una autopista muy transitada, casi rodeando el Vesubio, que preside, imponente, el corto viaje.

También puede irse desde Nápoles en el tren Circumvesubiano, que sale de la estación situada en la Plaza Garibaldi (no la principal de ferrocarril, sino la del Circumvesubiano). A nosotros nos recomendaron desplazarnos hasta Pompeya en el tren si se trataba de época de gran afluencia turística, por las muchas dificultades  de aparcamiento que al parecer se dan.

Pero como nuestro viaje se producía un 29 de diciembre, a primera hora de la mañana, la llegada junto a las ruinas de Pompeya fue tranquila y pudimos aparcar en uno de los muchos espacios “piratas” que ofrecen los aparcacoches de los restaurantes.

La entrada al conjunto arqueológico tampoco fue dificultosa, pues había algunos grupos de turistas, a quienes acompañaban los guías de sus respectivos idiomas.

No voy a extenderme contando especiales detalles técnicos o históricos sobre Pompeya, porque en Internet pueden encontrarse con prolijidad, y me limitaré a mis impresiones.

Realmente, nada más penetrar en el recinto, el visitante queda impresionado, porque vislumbra una extensión casi sin fin de columnas y muros, con calles bien trazadas, empedradas y con puntos para su cruce a pie, evitando las aguas fecales que pudieran discurrir. También se observa la existencia de impedimentos para la circulación rodada de la época.

Y son calles y calles; y templos; y casas de ricos y casas de comerciantes; y mosaicos en las entradas perfectamente conservados, y estanques en los patios interiores; y tabernas de unos y de otros; y el lupanar, inclusive indicado en los bordillos de las calles mediante marcas fálicas; y los foros; y los teatros.

Resumiré diciendo que después de cuatro horas de paseo, apenas si obtuvimos una perspectiva mínima de esta importante (que fue) ciudad romana.

Lo que más sorprende es que la organización cívica pudiera ser tan exacta, tan completa, tan previsora. Y también la extensión de la zona urbana.

Cuando uno decide dejar para otra ocasión la continuación de la visita, para pormenorizar mejor, queda con la sensación de que ha visitado algo tan grande y sorprendente como una ciudad que, según oímos comentar, fue la segunda en importancia después de Roma.

La pena es que sus habitantes nunca temieron la erupción y el alud de lava del Vesubio, y así, en una noche aciaga, todos fueron sorprendidos, quedando sepultados (hasta pueden verse algunos cuerpos petrificados).

Después de esta primera visita, me comprometí conmigo mismo a volver, especialmente cuando supe que en verano, y hasta mediados de octubre, hay un servicio de ferry desde el puerto de Valencia hasta el puerto de Salerno (al sur de Nápoles), que puede permitir la visita a estas seductoras ruinas, la excursión a Capri y el recorrido por Sorrento y la costa de Amalfi (llamada amalfitana) más hacia el sur.

 

Pueden verse algunas fotos realizadas por nosotros en el siguiente link de Internet (Webshots): http://family.webshots.com/album/569621578qJHGER