Viajero desde
6/30/2008
Nick: CLOEDA |
Viajar es despegarte de tu mundo por un tiempo.
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Escribe el relato: Marís Dolores Cuña Loeda
GRANADA, TIERRA SOÑADA
Salimos de Vigo después de una comida ligera, confiando en que el tiempo no fuese demasiado caluroso. Teníamos un largo camino por delante hasta Granada, pero lo habíamos planeado en dos etapas.
Los primeros kilómetros fueron clementes con nosotros, pues teniendo en cuenta que la posición del sol nos favorecía, no tuvimos demasiados problemas.
La primera parada la hicimos en A Gudiña, último pueblo de Galicia. Allí nos tomamos un café y mi marido se tomó también un descanso de la conducción. Después emprendimos la marcha hacia
Después de atravesar Navacerrada por el túnel de su nombre, el paisaje cambiaba paulatinamente, introduciendo la visión de numerosas encinas y algunos olivos. Más adelante, los pueblos de
El Hotel Galaico, que como puede suponerse fue reservado debido a su nombre, no estaba mal. Las habitaciones eran correctas y ofrecían unos menús gallegos que a otros menos “galaicos” que nosotros les hubieran interesado más. Nos decidimos por tomar unas tapas en algún lugar típico, pero aquel pueblo no es más que una ciudad dormitorio de las afueras de Madrid, donde era imposible encontrar algún lugar idóneo. Eso sí, encontramos el correspondiente Centro Comercial con las consabidas franquicias hosteleras, entre las cuales no estaba “Cañas y Tapas”, que nos hubiera satisfecho, pero encontramos un bar pequeñito que ofrecía “las auténticas tortillitas de camarones” de Cádiz. Al ver semejante reclamo nos lanzamos a pedirlas. Nos atendió un atento camarero rumano que nos informó que cada ración estaba formada por cinco tortillas. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando al objetar que no queríamos tantos huevos nos dijo que no eran de huevo, sino de harina de garbanzos. Esto era tan novedoso para nosotros que las pedimos. Bueno, después de todo, no era para tanto…
De regreso al hotel seguía haciendo un calor bastante insoportable, por lo cual, al ver que el aire acondicionado no enfriaba nada, llamamos a recepción, y después de verificar, que efectivamente, no funcionaba, nos cambiaron de habitación, todo esto después de tener la cama deshecha. Con un pequeño paseo por el pasillo cargados de maletas, nos encontramos en otra habitación un poco más pequeña, pero cuya adecuada temperatura era perfecta para permitirnos dormir como niños.
Por la mañana reemprendimos el camino después de desayunar, rumbo a Andalucía. La aventura de
Paramos en el alto para repostar y no sólo gasolina: nos tomamos unas raciones de sardinas en escabeche y aprovechamos para comprar algunos recuerdos, como un cascanueces de madera de olivo para mi prima Teresa, que es la que nos provee habitualmente de nueces, pues ha heredado los nogales de nuestro común abuelo Bernardino. Se comprende que hay que corresponder.
Después del desfiladero se abría ante nosotros la gran extensión de olivos que ocupa la mayor parte de la provincia de Jaén. Por dondequiera que mirásemos, la masa verde oliva nos llenaba la vista, con todos los árboles alineados, algunos de ellos en bancales, por todas las laderas.
La entrada en Granada se anunciaba pocos kilómetros antes, aliviándonos la vista del anuncio el calor y el hambre del mediodía. El cuentakilómetros marcaba otros
Después de una caminata de unos quinientos metros que parecían mil bajo el sol de justicia de las dos de la tarde, y luego de preguntar un par de veces, llegamos a la calle Santiago, donde está situada
El personal también era muy agradable, sobre todo la auxiliar de servicios que estaba en la recepción por las tardes, Antonia, que estaba siempre con la sonrisa puesta.
Cuando conseguimos subir los tres pisos arrastrando mi maleta y la botella de agua, nos tumbamos a dormir una reparadora siesta, lo que nos permitió estar ya en forma para emprender de nuevo la aventura de recoger el resto del equipaje y traer el coche a otro aparcamiento más cercano a nuestro barrio.
En efecto, después de hacer algunas averiguaciones comprobamos que en una calle cercana a la nuestra se encontraba el Parking Plaza de Los Campos, que estaba justo al lado de
Total, que recogimos el vehículo y buscamos un taxista que nos guiase por las intrincadas calles de Granada hasta nuestro nuevo aparcamiento, lo cual fue una buena decisión, que en cinco minutos nos depositó de nuevo en otro sótano no menos cálido que el anterior, pero eso sí, más a mano.
Cuando acomodamos nuestras pertenencias en el armario y nos hubimos duchado y cambiado de ropa, salimos dispuestos a conquistar Granada. Pero a los pocos metros de nuestro barrio encontramos a alguien que ya lo había hecho antes:
Girando a la derecha se encuentra
Así pues, seguimos nuestro paseo y nos fijamos en un edificio de estilo Renacimiento con formas italianizantes, que estaba abierto, pero tenía a dos guardias civiles en la puerta. Me dirigí a ellos comiendo mi helado de limón y les pregunté qué edificio era aquel. Los agentes me contestaron que se trataba de
La conversación derivó sobre la ciudad de Granada, y aprovechamos para preguntar por algún lugar del Sacromonte para ver un espectáculo flamenco. La opinión de los agentes era que la forma más segura de ir por la noche era pedir a un taxista que nos llevase a un lugar determinado. Estuvimos de acuerdo, pues las aventuras del tipo “me han robado la cartera” no nos hacían mucha gracia.
Tomamos nota para uno de los días siguientes y nos retiramos a nuestros aposentos de
A la hora de dormir se nos presentó un problema, del que no éramos conscientes todavía: el aparato de aire acondicionado que ponía la habitación a 17º, hacía un ruido infernal. No teníamos más remedio que apagarlo de vez en cuando, para volver a encenderlo cuando se calentaba el ambiente. Ni que decir tiene que yo pensé rápidamente una solución drástica al problema.
Al día siguiente, después de desayunar nos dedicamos a explorar nuestro barrio, que estaba lleno de edificios interesantes, como el Museo de los Tiros, con un magnífico patio y una puerta de madera tachonada, que tendría los mismos quinientos años que el edificio. También había una galería de arte, que aunque estaba cerrada por vacaciones, exteriormente se apreciaba su factura árabe. Por lo demás, el barrio era bullicioso, lleno de tiendas, un supermercado, una ferretería y una farmacia con una farmacéutica encantadora llamada Virginia, que atendía a los viejecitos del barrio con amor maternal, hasta el punto que en varias ocasiones vimos a alguna de ellos regalándole ropas para su bebé, en agradecimiento a su amable actitud.
Pues bien, allí nos dirigimos para comprar unos tapones de oídos. Ella nos preguntó si eran para la piscina, y cuando le contamos el fin al que los habíamos destinado, se moría de risa.
Hecha la compra, nos fuimos a pasear hacia
El resto de las maravillas de
Después de la visita fuimos a comer al famoso restaurante Cunini que nos había recomendado Cristina, donde dimos cuenta de un ajoblanco y un lenguado estupendos, aunque el precio fue un poco elevado. Bueno, otro día comeremos de menú…
Nos dirigimos a nuestro alojamiento para inaugurar la siesta con tapones, lo que constituyó todo un éxito, pues al rato de ponérnoslos, se hinchaban y taponaban los oídos de tal manera que el aislamiento era total. De todas maneras al salir le pedimos a la amable Antonia que si había una habitación libre más abajo, no nos importaría cambiarnos, a lo que contestó ella que estaría atenta, pues había unos huéspedes que no habían hecho todavía su entrada.
Por la mañana vimos un bus turístico que hacía un recorrido por la ciudad y decidimos hacerlo a última hora de la tarde, para evitar en lo posible el calor. Con este fin, subimos al de las ocho de la tarde, que nos llevó durante dos horas por toda la ciudad y sus alrededores. El periplo partía de
Después del paseo fuimos a explorar la orilla del Darro que está al descubierto por el llamado Paseo de los Tristes, que debe su nombre a que antiguamente pasaban por allí los cortejos fúnebres. Este lugar tiene un encanto especial, pues aunque es muy estrecho y no tiene aceras, está especialmente concurrido, tanto por gentes a pie como por taxis que suben al Albaycín, de modo que los viandantes tienen constantemente que pegarse a la pared para no ser arrollados. De un lado está el Darro, aquí a la vista, con varios puentecitos para atravesar hacia la multitud de terrazas de tapeo y por el otro está lleno de tiendas árabes con toda clase de bibelots orientales. Nos habían dado en la calle un folleto donde se anunciaba un espectáculo flamenco para el día siguiente en el Paseo de los Tristes, número 7 y como Rafael daba muestras de cansancio le rogué que se quedara en
--Oye, ¿tú no estás en el curso?
--¿En qué curso?
--Sí, en el de
Como enseguida vi por donde iban los tiros, le dí un poco de carrete:
--Pues no, pero mira qué casualidad, yo soy de
Al oír la mención de mi marido, el individuo se despidió cortésmente. Dos portales más allá estaba el famoso lugar, por lo que entré a preguntar por el precio de las entradas y el horario del espectáculo para el día siguiente.
Cuando me acerqué a Rafael riéndome como una loca le conté mi aventura:
--Es que no se te puede dejar sola ni diez minutos— decía, mientras se reía con ganas.
Después de esto nos fuimos a cenar al Realejo, a un sitio que estaba muy cerca de nuestra residencia, llamado Los Seis Peniques.
El día siguiente, viernes 20, teníamos en la agenda la visita a
La sultana Zoraya, hija del alcalde del castillo de Martos, cristiana raptada por los moros, era esposa de Boabdil y reina de Granada. Otra esposa del monarca, Ayesha, que había sido antes su favorita, conspiraba contra Zoraya y un día hizo correr por la corte el rumor de que la reina había sido vista debajo del ciprés en cuestión, departiendo amorosamente con un caballero de la estirpe de los Abencerrajes, lo cual fue la perdición para toda la familia de este linaje, que fueron decapitados en la sala del mismo nombre.
De la sultana no dice nada la leyenda, aunque a mí me gustaría pensar que fue la misma que le afeó a su esposo su llanto por Granada.
Al lado de los palacios Nazaríes el Emperador Carlos V (allí le llaman así y no Carlos I, como es más corriente en el resto de España) se hizo construir un magnífico palacio de estilo Renacimiento italiano que no tiene nada que ver con la arquitectura que predomina en
El recorrido por
Tras el fabuloso espectáculo nos fuimos a comer y para ello buscamos un sitio donde pusieran pescaíto frito, lo cual encontramos en una pequeña plaza donde el dueño del establecimiento, un señor entrado en carnes y en años nos atendió con amabilidad peculiar y confianzuda. Hecho lo cual, nos fuimos a tomar el café a otra plaza, la de Vivarrambla, que está cerca de
Cuando llegamos a
En el cuarto día de nuestra estancia en Granada decidimos visitar el Museo de San Juan de Dios, que se encuentra en el Palacio de los Pisa. En su interior, que está configurado con un patio central, como la mayoría de las casas andaluzas, se encuentra la mayor cantidad de obras de arte y recuerdos de viajes que hubiésemos visto nunca. Los Hermanos de San Juan de Dios se encuentran esparcidos por todo el mundo, sobre todo América del Sur, Filipinas y África, de lo cual daban muestra los diversos objetos que allí había. Parece ser que el Santo murió en una de las habitaciones del citado palacio, donde se guardan su cama y sus objetos personales. Al lado del palacio está la capilla y una residencia de mayores regida por
Después de la visita al museo fuimos a comer a El Campanario, enfrente de
Para aliviarnos del calor sofocante, nada mejor que una buena “siesta con tapones” y después, como era sábado, fuimos a oír misa vespertina en
Después de todo habíamos dejado pasar la ocasión del flamenco en el Paseo de Los Tristes, pues mi marido pretextó que estábamos cansados, aunque a mí me hace ilusión pensar que el motivo es que él piensa que era un escenario peligroso. Por fín nos habíamos decidido por ir esa noche. Averiguamos que se podía hacer sin subir al Sacromonte, pues por la mañana nos habían repartido unos folletos de un local ¡francés! que tenía espectáculo flamenco, al lado de
Nos acomodamos en una sucinta mesita y pedimos unas crêpes (¿se escribe así, Gerard?) rellenas de elementos salados como chorizo y otras cosas igual de incongruentes. Cuando llegaron Chispa y Diego, los artistas, se sentaron cerca de nosotros, en un banco que estaba muy próximo a Rafael, separados por la puerta del baño. Empezó el espectáculo y todo se animó con los flashes de las cámaras de todos los estudiantes extranjeros que allí había, pues en efecto, tenían toda la pinta de ser Erasmus de marcha, salvo una pareja de mujeres rubias y nosotros, los únicos hispanos. La anécdota llegó cuando alguien quiso salir del baño y, al no poder abrir la puerta, empezó a dar golpes. Silencio.
El domingo salimos hacia
Cuando pudimos levantarnos de la mesa bajamos al pueblo de Pampaneira, donde bebimos el agua de la fuente Chumpaneira. El pueblo es precioso, lleno de tiendas de souvenirs y con los balcones cuajados de flores. Las casas de toda esta comarca tienen los tejados planos, para permitir que la nieve se deposite y así aislar las casas, que en invierno están bajo cero. Allí compramos algún libro de Washington Irving, que escribió varios sobre Granada y sus alrededores, y que hasta se hospedó en
A propósito de los topónimos gallegos corren varias versiones. Algunos dicen por allí que cuando fueron expulsados los moriscos Carlos I repobló
A propósito del encargado el parking, resultó ser un erudito que siempre estaba leyendo y sostuvimos alguna conversación casual, lo que nos permitió enterarnos de que era titulado en periodismo por Salamanca, y hasta nos recomendó libros sobre la cultura andalusí, hasta el punto que un día llegamos y me tenía apuntada la cita bibliográfica de una tesis sobre la invasión musulmana.
El lunes decidimos ir a la playa. Nuestra amable Antonia nos recomendó Playa Granada, en Motril. Partimos rumbo a la costa, atravesando el Sistema Penibético, que se parece bastante a Despeñaperros, pero sin subir tanto. Al salir de la autovía se divisaban las casas blancas de Motril y Salobreña, cuyo nombre evoca sabores de sal y sol. Playa Granada estaba desierta antes de las diez de la mañana. Había mucho sitio para aparcar, de modo que se puede ver el coche propio desde la orilla. La arena es negra, como tierra, y en algunas zonas está llena de cantos rodados que impiden entrar en el agua si no se llevan unas sandalias apropiadas. En realidad los gallegos no tenemos nada que envidiar en cuestión de playas a ninguna otra región (que me perdonen los nacionalistas el término políticamente incorrecto), salvo en la temperatura del agua, claro.
Después de la sesión playera nos dirigimos a Nerja, con el propósito de comer, lo cual hicimos en Maro, donde se encuentra la famosa cueva. En efecto, después de reponer fuerzas fuimos a ver la cueva de Nerja, donde nada más llegar nos atacaron con la novatada de la foto del turista sorprendido. Dentro cueva sufrimos casi un ataque de ansiedad: había exceso de humedad, no estaban señalizadas las salidas, nos perdimos dos veces, había demasiadas escaleras, etc…y nada de esto se advierte antes de entrar. Sólo de pensar en una persona con una enfermedad cardiorrespiratoria metida allí, pone los pelos de punta. Por lo demás, en mi opinión, vista una de esas cuevas, vistas todas, con todo respeto al aspecto antropológico de
Se me ocurrió poner una reclamación por escrito con el fin de que subsanen dichos desaguisados, pensando que si todo el mundo exigiera aumentaría la calidad del servicio. Pero hete aquí que en la oficina responsable me dieron un libro de reclamaciones a la antigua, y cuando exigí la preceptiva y actual Hoja de Reclamaciones, el empleado decía que no disponía de ellas. O sea, que lo tomaba o lo dejaba. Me decidí a escribir en aquel libro que no tenía más que el sello del Patronato de
Por la mañana de nuestro último día en Granada me dispuse a entregar mi reclamación en el edificio de
--Todavía no, pero le puede decir de mi parte que como a la vuelta no tenga mi recibo le presentaré una reclamación a él.
--¡Ah no, no--. Dijo con cara de susto. —¡Yo no le digo nada…!
Conque fuimos a ver
En cuanto terminamos la visita nos dirigimos de nuevo a
--¡Tenga, póngame la reclamación!
--Eso es una cuestión que me va a permitir que la decida yo. Déme mi recibo.
--¡Pues no se lo doy!
--¡¿Cómoooo?! ¿Dónde está su jefe?
--¡En el primer piso a la derecha!— Esta vez estaba verdaderamente alterado.
Ni corta ni perezosa eché a correr escaleras arriba cuando oigo la voz de la cancerbero:
--¡Oiga, que no se puede subir por ahí, que además no hay nadie!
--Pues estoy buscando al jefe del Registro.
En eso aparece un señor que lo había estado mirando todo y se presentó como tal jefe, preguntándome qué deseaba. Le conté que su subordinado vulneraba la ley 30/92 del Procedimiento Administrativo, que obliga a
--¡Cálmese, cálmese. No se preocupe. Voy a ver lo que puedo hacer.
El pobre Rafael contemplaba la escena con humor. Mientras, el funcionario de marras salió, entró en otra dependencia, me miró desafiante, yo le devolví la mirada igualmente desafiante y volvió a entrar en su cubil. A los cinco minutos salió su jefe portando el famoso recibo. Supongo que un día de estos recibiré alguna contestación del organismo de Consumo y Turismo de
Aún no se habían acabado las sorpresas aquel día, pues al salir de
Ipso facto recibí una llamada de la madre de Cristina que se presentó con toda naturalidad y dijo que como no tenían ninguna otra cosa que hacer nos enseñarían lo que quisiéramos de Granada, encantados. Quedamos para las doce menos cinco (la hora la puso Teresa) en
El nombre de Elvira es una corrupción de Ilbyr, el nombre de la primera ciudad ibera, que fue más tarde
Teresa nos pareció una mujer muy simpática y juvenil, que aunque es de Zaragoza, vive en Granada desde hace muchos años. Nos contó que en su época de juventud perteneció a un grupo de Coros y Danzas con el cual viajó a Estados Unidos durante varios meses, y por la época en que esto ocurrió, nos dimos cuenta de que poco faltó para que coincidiera con Rafael en los barcos. Antonio Alemparte es coronel del Ejército en la reserva, pero no ha dejado nunca de estar activo, pues se dedica a la investigación en historia militar, y constantemente publica libros y artículos en revistas profesionales. Habla varios idiomas, entre ellos el ruso y es un conversador incansable. Llegó a los pocos minutos y después de las presentaciones nos sentimos tan cómodos como si les conociéramos de siempre. Se proponían guiarnos por los lugares que aún no habíamos visto y nosotros aprovechamos para pedirles que nos llevaran al Albaycín y al Sacromonte.
Subiendo las calles que conducían a la parte alta de la ciudad nos deteníamos a admirar los cármenes, viviendas con patio y jardín que son típicas de Granada, hasta llegar al Mirador de San Nicolás, que es desde donde se aprecia la mejor vista de Granada. Justo enfrente, separado por el valle del Darro se encuentran los palacios de
Conforme subíamos íbamos contándonos cosas, como suele hacer la gente que acaba de conocerse. Al decirme Antonio que había nacido en Leiro (Ourense) yo le contesté que ese era el pueblo de mi padre:
--Pero en Leiro, ¿en qué parroquia?
--En Lebosende—dijo él.
--¡…!
--¡…!
--¡Lo que faltaba!-- Como diría mi cuñado el francés.
Resulta que Cristina y yo tenemos raíces comunes…
Nos detuvimos en un carmen porque Antonio quería saludar a los propietarios, amigos suyos, y de paso para que pudiéramos verlo. Nosotros le objetamos que la hora no era muy apropiada para presentarse en una casa donde no nos conocían, pero Antonio dijo que eran amigos de toda confianza. Sin pensarlo dos veces llamó a la puerta y salió su amigo Juan, que nos recibió encantado. Después de presentarnos nos hizo subir a una terraza llena de flores (incluso había en medio un árbol que atravesaba otra terraza que había más arriba). También desde allí se veía
Nuestro anfitrión es un pintor bastante bohemio y manitas, pues hace de todo: restauración de objetos, puertas, artesonados, etc. Está casado con una alemana, Helga, que ya es una auténtica granadina que habla español con acento andaluz. Además habla otras muchas lenguas, pues es profesora de Traducción e Interpretación en
Cuando nos despedimos de Juan y Helga todavía el sol caía a plomo sobre nosotros, que aún queríamos ver el Sacromonte. Aprovechábamos cada sombra para desplazarnos por la zona. Las cuevas estaban cerradas, pero se oían la música y los cantes de los gitanos que ensayaban para los espectáculos nocturnos. Fuimos bajando por
Fue estupendo contar con semejantes guías en Granada. Creo que esta situación es lo que mi cuñado Gerardo, llama tener infraestructura…
Tras despedirnos de nuestros nuevos amigos fuimos a descansar un poco a
¡Adiós, Granada!!
Al día siguiente salimos para Toledo.
En el viaje fuimos hablando de las maravillas de Granada. Nos había impresionado su gente, tan simpática. Aunque el calor apretaba, las mujeres musulmanas que van vestidas a la europea, llevan el velo, y eso que muchas son cristianas casadas con magrebíes, según supimos. Sólo se me ocurre, para terminar, evocar las palabras del poeta:
Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como ser ciego en Granada.
Entramos en Toledo al mediodía, después de hacer algunos kilómetros de más, pues nos perdimos y tuvimos que ir hasta Aranjuez. El hotel Pintor el Greco, que se halla en la judería mayor, cerca de
A media tarde salimos y como era día de Santiago, buscamos una iglesia donde oir misa. Tuvimos suerte que en Santo Tomé acababa de empezar. El templo es del siglo XIV, a cuya reconstrucción contribuyó el Señor de Orgaz. Precisamente allí se guarda en una sala especial el cuadro del Greco que representa su entierro. Por desgracia, no pudimos verlo.
Aunque en tan poco tiempo no se puede ver gran cosa, dimos un paseo admirando las calles de Toledo, que reflejaban las reminiscencias árabes y judías de la ciudad. De pronto se nota el parecido con Granada y con el resto de Andalucía, e incluso con Mallorca. No es de extrañar que seamos tan distintos los españoles, con tantas culturas diferentes.
Nos sentamos en una terracita y pronto nos dimos cuenta de que había que ir a pedir y servirse si queríamos tomar algo fresco. Eso sí, las tapas eran abundantes y ya nos sirvieron de cena.
Contemplamos Toledo con el Tajo a sus pies, a la luz de la luna. Después nos fuimos a dormir, que al día siguiente teníamos camino que andar hasta Galicia.
Vigo, siete de septiembre de 2007.
© MARÍA DOLORES CUÑA LOEDA