Cuando cruzamos el Puente Romano, para salvar el Guadalquivir, la visión de la ciudad, de la Mezquita y de los monumentos que hay a su alrededor, nos impresiona gratamente.

La Mezquita, hoy Catedral de Córdoba, es un enorme cuadrilátero de unos 24.000 m2 ubicado en el corazón del casco antiguo de la ciudad, representó un crisol de culturas y estilos arquitectónicos diversos, durante los nueve siglos que duró su construcción.

En su interior se pueden apreciar múltiples aportaciones romanas, visigodas, persas y bizantinas, un estilo muy peculiar que inauguró el estilo califal andalusí, convirtiendo así a la Mezquita en uno de los más excepcionales monumentos del mundo, hoy Patrimonio de la Humanidad.

Cuando contemplamos su fachada, defendida por fuertes muros rematados de almenas, no nos podemos imaginar las maravillas que encontraremos en su interior.

La Mezquita consta de dos zonas diferenciadas, el Patio porticado y la Sala de oración:

Cuando el visitante entra en el Patio encuentra un recinto cerrado, amplio y porticado, con hileras de naranjos entrelazados por un sistema de canalizaciones de agua para su riego.

Las palmeras, se elevan al cielo compitiendo en altura con las construcciones más elevadas y los cipreses compiten con ellas, por llegar a su misma cota de altitud.

Para el observador, el rumor del agua de las fuentes, el sonido de los pájaros que revolotean entre los árboles y el bullicio de las hordas de visitantes, que entran y salen por las puertas que dan a la calle, es un verdadero placer para los sentidos.

Al entrar a la Sala de Oración, desde el Patio de los Naranjos, la oscuridad interior hace detener al visitante, hasta que sus ojos se adapten, tras la cegadora luz exterior.

Luego, extasiado ante la visión de un bosque de cientos de columnas de mármol y arcadas bicolores, anda titubeante entre ellas, ante la sorpresa recibida. Nadie lo había preparado para tal impacto.

Las voces de cientos de turistas que deambulan susurrando, ayudan al solitario visitante a no encontrarse sólo, ante ese espectáculo tan abrumador.

Toda Córdoba se define aquí. Sin duda, es el reflejo artístico del poder de uno de los estados más importante de Occidente entre los siglos VIII y X: el Emirato y el Califato de Córdoba.

La construcción de la Mezquita fue iniciada por Abderramán I, en el año 785, sobre los restos de una iglesia visigoda. Y fue ampliándose a lo largo del tiempo.

La última y mayor ampliación se debe a Almanzor, en el año 987. Pero fue en 1523, cuando el cabildo eclesiástico, con el apoyo de Carlos V, mandó edificar una gran nave en el interior de la Mezquita.

Las obras tardaron más de 200 años, por lo que al inicial estilo gótico se le añadieron el estilo renacentista y el barroco.

A este periodo constructivo, tras la Reconquista, se debe que este templo concentre tal mezcla arquitectónica, alojando en un mismo edificio a la que fue una gran Mezquita y a una Catedral.

El visitante, sin duda, quedará atrapado de su belleza y antes de abandonar la ciudad, ya estará pensando en volver.

Buen viaje y buena suerte.

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