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 TERMINAR EL AÑO EN ITALIA (I): NAPOLES Y CAPRI

 Escribe el relato: SALVADOR DE PEDRO BUENDIA

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Según mi costumbre (y la de mi familia) de recorrer en coche todo lo que se pueda, organizamos para las fechas de Navidad y Año Nuevo (como casi todos los años) una excursión a Italia, concretamente a Nápoles y Capri, Pompeya y Roma.

Salimos de Valencia el 26 de Diciembre, con el mal tiempo (lluvia en principio) que parece se ha instalado en el invierno español y especialmente en la zona mediterránea.

A mediodía llegamos a la frontera con Francia, La Junquera, en la que nos esperaba una espectacular nevada, que dificultó bastante nuestra marcha, especialmente porque la mayoría de los automovilistas mostraban poca experiencia en los menesteres de conducir por la nieve, y porque las máquinas quitanieves comenzaban a trabajar, organizando unas carrileras dificultosas para el tránsito. La nieve cubría la carretera hasta casi Perpiñan. Después todo fue lluvia.

La primera etapa prevista era hasta Cannes- Francia, 890 kilómetros, con pernocta en el centro de la ciudad, que nos recibió con un frío viento más propio de los alpes que de la costa azul.

Tras ello, emprendimos la marcha directa hacia Nápoles, 980 kilómetros, todos ellos por autopista, entrando en Italia por la frontera de Veintimiglia, desde donde se ha de superar casi un millar de curvas, entre túneles, limitaciones de velocidad, rachas de viento y un enorme tráfico.

Una vez sobrepasada Génova, la ruta se va haciendo más cómoda y menos transitada hasta la altura de Carrara (la famosa zona de los mármoles) y las proximidades de Livorno, puerto de mar,  en las que la autopista italiana --ni mejor ni peor que las españolas, con la velocidad limitada a 130 km/h-- deriva por las cercanías de Pisa hasta Firenze.

De Firenze a Roma la autopista se llena de automóviles como de repente, y ello exige una especial atención , porque además hay cuestas, túneles, cambios de rasante y algunos inquietos conductores italianos.

La ventaja de ir a Nápoles es que apenas circunvalamos Roma, y los 225 kilómetros finales, buena parte de ellos de noche, resultaron más cómodos.

El problema fue al llegar a la capital de la Campania. Media ciudad de Nápoles estaba en obras y el navegador intentó llevarnos hasta nuestro hotel por la ruta más corta, pero las interrupciones por obras nos lo impidieron, de manera que nos vimos inmersos, a las 7 de la tarde de un sábado, en una vorágine de coches haciendo sonar sus cláxones, ignorando semáforos y no respetando regla alguna de circulación, de muchísimos scooters ocupados por dos y tres personas --sin casco además-- y que campaban a sus anchas yendo y cruzando por donde querían.

Nuestro hotel estaba en el barrio Mercado, cerca de la piazza Garibaldi, que ¡cómo no! también estaba en obras, de forma que para acceder hubo que entrar en dirección prohibida por dos o tres calles (al parecer, normal allí) 

Una vez aposentados en el hotel y guardado el coche en el garaje --Nápoles no invita a dejar el coche en la calle-- nos fuimos paseando por una de las avenidas principales, el corso Vittorio Emmanuellle, hasta el puerto.

La primera presencia de Nápoles fue la de una ciudad con poca iluminación , bastante sucia, muy ruidosa (el cláxon parece ser lo más importante) y dificultosa para el paseo.

Sin embargo, una buena y no cara cena, a base de unos buenos spaghettis, un entrecotte de buey y una ensalada, nos ayudaron a recuperar fuerzas.

El siguiente día, ya 28 de Diciembre, tan lluvioso y frío como el anterior (la temperatura no subió de 6 grados ¡en Nápoles!), nos dirigimos al puerto en un autobús urbano -- precio del ticket como en España-- limpio y directo, y comprobamos la amabilidad de la gente para informarnos de todo lo que preguntamos. Hasta unas inmigrantes ucranianas -- mi esposa, mi hija y yo hablamos ruso y ucraniano-- nos aconsejaron sobre la mejor manera de dirigirnos al puerto.

Una vez en el puerto, comprobamos que había una oferta de barcos para ir hasta Capri bastante razonable, porque entre jets, catamaranes y ferries, hay un barco prácticamente cada hora. El billete no es barato, porque 18 euros de ida y otros tantos de vuelta se asemejan caros para un viaje de treinta minutos, pero las naves estaban limpias y eran cómodas.

Capri está en el extremo sur de la bahía o golfo de Nápoles, bastante cerca de tierra firme, y al llegar asemeja ser un islote, con un mediano puerto bajo la mole de las rocas, arriba de las cuales se vislumbra la villa de Capri.

Hay un servicio de autobusitos (capacidad 10 personas) que por un precio normal 1'40 euros por persona, lleva a la parte más alta de la isla -- Anacapri-- y permite retornar a Capri, que es, por así decirlo, la villa principal.

A pesar de la lluvia y el frío, Anacapri y Capri resultaron muy interesantes y a ellas dedicaré la parte III de este relato, ya que el II se dedicará a POMPEYA 

Pueden verse fotos en el siguiente link o enlace: http://family.webshots.com/album/569600199UgqLPX

 

 




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